martes, 29 de diciembre de 2015

En la primera línea del frente


¿Acabará convirtiéndose el Viejo Continente en escenario de múltiples conflictos generados por desigualdades económicas, roces étnicos, descenso de la natalidad o  fragmentación de la estructura geopolítica de la región? ¿Desaparecerá la Unión Europea? ¿Sobrevivirá la moneda común: el euro? Los analistas del afamado think tank estadounidense Statregic Forcasting (Stratfor) no dudan en tildar de sombrío el porvenir de sus aliados transatlánticos de Washington.

En efecto, el escenario esbozado por la flor y nata del establishment político-militar de los Estados Unidos contempla la división de Europa en cuatro centros de poder económico, ubicados en el Oeste, el Este, Escandinavia y las Islas británicas. Ello presupone la disminución, cuando no desaparición de la supremacía de Alemania, el aislamiento progresivo, aunque no total, del Reino Unido, la aplicación de medidas llamadas a desembocar en una Europa a dos velocidades, deseada por quienes parecen haber perdido el control de la tan cacareada locomotora comunitaria. En resumidas cuentas, en el advenimiento de una Europa que se rige por simples acuerdos bilaterales o multilaterales coyunturales, en su mayoría, de corta duración.

¿Los motivos de este pesimismo? Los predecibles problemas que afrontará Alemania, principal exportador de la zona euro, en caso de acentuación de la crisis, del inevitable auge del euroescepticismo, fomentado no sólo por movimientos ultraconservadores, sino también por decisiones políticas precipitadas o poco acertadas, que facilitaron la llegada de un millón y medios de inmigrantes en apenas doce meses, las reacciones xenófobas registradas en algunos Estados de Europa oriental, poco propensos a acoger los cupos de inmigrantes establecidos por Bruselas y por último, aunque no menos importante, el deseo de trasladar los operativos de defensa global hacia las fronteras orientales del Viejo Continente.

En ese contexto, Washington contempla una reordenación total de sus intereses geoestratégicos. En la próxima década, Norteamérica cuenta con el establecimiento de una coalición antirrusa, integrada por Polonia, Rumania y los países bálticos, y capitaneada, claro está, por la primera potencia mundial. Dicha alianza debería desempeñar un papel clave para la redefinición de las fronteras de Rusia y la reivindicación de territorios perdidos a lo largo de la historia por los aliados de Occidente. Se calcula que, tras la (hipotética) disminución del poderío ruso, la alianza podría convertirse en una fuerza dominante no sólo en los confines de Ucrania y Bielorrusia, sino en la región de Europa oriental. Para ello, tanto Polonia como Rumanía deberían incrementar su poderío político y económico en la zona; una meta que sólo lograrían alcanzar merced a la asociación estratégica con… los Estados Unidos. 

Obviamente, Washington tiene interés en el desarrollo de la región, que se traduce, hoy por hoy en el establecimiento de bases militares supuestamente relacionadas con el escudo antimisiles. Sin embargo, al juzgar por las características del armamento almacenado en las nuevas instalaciones de Rumanía, el Pentágono infringe la normativa del Tratado sobre misiles de corto y medio alcance, negociado por la OTAN y el extinto Pacto de Varsovia. Rusia protestó recientemente ante el despliegue de estos artefactos, pero la Alianza Atlántica prefirió hacer oídos sordos.

Estiman los analistas de Stategic Forcasting que si bien no habrá una implosión en Rusia, es decir, una revuelta contra el sistema político implantado por Vladimir Putin, el impacto de las sanciones económicas impuestas por Occidente, la espectacular disminución del precio del petróleo y el incremento de los gastos militares desembocarán en la debilitación del poderío del Kremlin y la posible fragmentación territorial de la Federación rusa. ¿Cabe especular con la posible presencia de unidades de choque estadounidenses en algunos de estos nuevos territorios independientes? Los analistas norteamericanos no descartan esta posibilidad.

Otro país que podría o debería sumarse a la coalición contra Rusia es… Turquía. El país  otomano necesita del apoyo de los Estados Unidos en el por ahora embrionario aunque debidamente fomentado conflicto que le opone al Kremlin. Si bien tanto Washington como Moscú dudan de la eficacia o sinceridad de Ankara a la hora de combatir los movimientos islámicos radicales que operan en Siria o en Irak, no cabe la menor duda de que Turquía tiene capacidad e interés en convertirse en el próximo gendarme del Mar Negro. De este modo, quedaría configurada la primera línea del frente. Y eso nada tiene que ver con un escenario de política ficción.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Los ilustres desconocidos y el mundo virtual


Recuerdo que hace algún tiempo, un inspector de policía de un país centroeuropeo cuyo nombre prefiero no recordar, se conmovió al descubrir en los medios de comunicación, junto a su nombre, la mención el ilustre desconocido. Desconocido sí, en el horizonte político de un país que descartaba a quienes nada tenían que ver con las quinielas electorales, con las aspiraciones de una persona de a pie del selecto mundo de los gobernantes.

Recordé la poco justificada alegría de aquél pintoresco personaje un día de diciembre de 2015, al repasar los titulares de la prensa escrita y virtual. Encontré, como podrá imaginar, estimado lector, noticias relacionadas con ilustres conocidos y desconocidos. ¿Ejemplos? El magnate Donald Trump, que encabeza la lista de candidatos republicanos a la Casa Blanca, se siente muy honrado por el hecho de que el Presidente Putin lo trate de… genial. Al parecer, no comprende o no quiere comprender que lo que Putin llama genial se traduce por desastre para la política de los Estados Unidos. Huelga decir que a la genialidad de Trump se suma la voluntad del 30 por ciento de los electores republicanos de bombardear, sí, bombardear, el reino de Agrabah léase, del príncipe Aladino, que aparece en una superproducción de Walt Disney y que encarna la doblez y la maldad de los musulmanes. Trump dixit. Tampoco hay que extrañarse: el actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, decidió acortar una rueda de prensa para no perderse el estreno de la aún más estelar Guerra de las Galaxias.

Qué duda cabe de que nuestro planeta Tierra va bien. El afligido Irak acaba de escoger, por vez primera de 43 años, a su miss nacional. Un ejemplo de normalidad, dirían algunos. El embajador estadounidense en Rumanía, Hans Klemm, cuidadosamente escogido por las autoridades de Washington para congraciarse con el también germánico presidente del país, Klaus Iohannis, afirma – sin inmiscuirse en los asuntos internos rumanos, claro está; no es este el papel que incumbe a los embajadores – que los dos graves problemas que afronta esa república carpática para lograr su desarrollo sostenible son la corrupción y… la falta de autopistas. Ni que decir tiene que el gran aliado norteamericano estaría dispuesto a echar una mano tanto en la lucha contra el mal fomentado antiguamente por el Imperio como en la construcción, contra costo, de nuevas vías de transporte.

Lejos de esas virtualidades quedan los problemas reales de nuestro mundo: el cansancio de la clase política europea, las peleas internas de los 28 acerca de la asignación de cupos de inmigrantes provenientes de Oriente Medio y Turquía, el chantaje ejercido por el Gobierno británico para exigir la modificación de las estructuras de la Unión Europea, la hasta ahora caótica e ineficaz lucha contra el terrorismo yihadista, la sistemática e intencionada desestabilización del Viejo Continente. Asuntos éstos relegados en un segundo plano por el sinfín de titulares graciosamente ofrecidos por el mundo virtual.

Pues ya saben: hay que bombardear el reino de Agrabah, celebrar concursos de misses haciendo caso omiso de los atentados diarios, dar paso en la política a los ilustres… desconocidos. Y, ante todo, no perderse el estreno de la Guerra de las Galaxias. Se exponen a defraudar al actual inquilino de la Casa Blanca…  

viernes, 4 de diciembre de 2015

Obama y otras guerras


Aquel día, el mundo civilizado dio un gran suspiro de alivio; la República de Montenegro, pequeño Estado balcánico que cuenta con alrededor de 621.000 habitantes, fue invitada a solicitar formalmente su ingreso en la Alianza Atlántica. Montenegro, territorio perteneciente hasta 2006 a la antigua República Federal de Yugoslavia, podría convertirse, pues, en un plazo de seis a ocho meses, en el 29º miembro del Tratado del Atlántico Norte,  siguiendo el ejemplo de sus vecinos, Albania y Croacia, que engrosaron las filas de la OTAN en 2009. Conviene recordar que las Fuerzas Armadas montenegrinas cuentan con 2.094 hombres, dos fragatas y… cuatro aviones.

Alea jacta est.  En plena crisis entre Moscú y Ankara, la Alianza apuesta por la expansión de su flanco oriental. Montenegro es un primer paso; siguen las consultas con otros candidatos – Bosnia y Macedonia – exrepúblicas de la diezmada Yugoslavia, federación de Estados atomizada durante la última década del siglo pasado por la intervención militar de la Alianza.

Curiosamente, la decisión de la OTAN coincide con el incremento de la tensión internacional generado por los sangrientos atentados de París, las críticas del actual inquilino de la Casa Blanca por los ataques aéreos rusos contra las posiciones del Estado Islámico en Siria, las sanciones impuestas por el Kremlin a Turquía, acusada de colaborar con los traficantes de petróleo del EI. En efecto, los políticos moscovitas acusan a los familiares del presidente Erdogan y/o al establishment del país otomano de facilitar el tránsito del  oro negro saqueado por los yihadistas a través de Turquía. Su destino final: ¿….Israel? Unas alegaciones éstas que no acaban de gustar en Washington. Con razón: para Barack Obama, Premio Nobel de la Paz y… comandante en jefe de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, la presencia rusa en el teatro de operaciones sirio constituye un estorbo. Pero de ahí a reforzar la presencia militar de la OTAN en el Este europeo…

Esa gente sería capaz de integrar el Polo Norte en la OTAN con tal de cercar a Rusia, señala el almirante Vladimir Komoyedov, presidente del comité de defensa del Parlamento ruso. Sin embargo, el Secretario de Estado John Kerry se apresura en rechazar las alegaciones del militar ruso, haciendo hincapié en el hecho de que la integración de Montenegro poco o nada tiene que ver con la política de Moscú o de cualquier otra potencia. Lo cierto es que tras el fracaso de las sanciones económicas decretadas por los EE.UU. y la UE contra Rusia después de la ocupación de Crimea o del conflicto de baja intensidad de Ucrania, la Administración Obama se siente obligada a mostrar el palo y retirar, al menos, provisionalmente, la zanahoria. El Kremlin le paga con la misma moneda, anunciando en establecimiento de nuevas bases militares fuera del territorio de la Federación Rusa. Pero, ¿estamos presenciando el final del anómalo romance entre el oso ruso y el águila norteamericano? El porvenir nos lo dirá. 

Mientras algunos politólogos insisten en la resurrección de la Guerra Fría, los elementos más conservadores aprovechan la confusión creada por las sucesivas crisis para reclamar la aplicación de medidas más severas contra la política de Vladimir Putin. 

En un artículo publicado recientemente en la revista Foreign Affairs, el senador republicano Tom Cotton insta a la Administración estadounidense a fortalecer la presencia de la OTAN en la totalidad del territorio controlado por la Alianza y, particularmente, en los países del Este europeo vecinos de la antigua URSS. Cotton sugiere el envío de una brigada de fuerzas especiales a Estonia, de una división de tanques a Polonia y de un escuadrón de aviones de combate F 22 a Rumanía. Todo ello, naturalmente, para incrementar la capacidad de combate de la Alianza. 

Obviamente, para la clase política norteamericana, Rusia ha dejado de ser un aliado estratégico. Las reiteradas violaciones del espíritu y la letra del Acta Fundacional de Relaciones Mutuas, Cooperación y Seguridad entre la OTAN y la Federación Rusa, denunciadas por el Kremlin, no hacen más que evidenciar la creciente tensión en las relaciones entre Washington y Moscú. Pero de ahí a especular con la inminencia de un conflicto armado entre las potencias nucleares hay un abismo. El comandante en jefe Obama tiene que ocuparse en… otras guerras.