viernes, 31 de octubre de 2014

¿Quién manda en Europa?


El pasado fin de semana, los gobernantes del primer mundo dieron un gran suspiro de alivio al comprobar que la candidatura proeuropea se alzó con la victoria en la elecciones generales celebradas en Ucrania. En realidad, si se analiza el perfil de los candidatos, deberíamos hablar de una candidatura… pronorteamericana. No cabe la menor duda de que los actuales dueños y señores de Kiev nos deparan nuevas sorpresas.

Sin embargo, no todas las noticias procedentes de Europa oriental son del agrado de la clase política europea o estadounidense. Algunos de los países que hace un cuarto de siglo se independizaron de la tutela de Moscú dirigen sus miradas hacia el Kremlin, alabando a veces la actuación del equipo que dirige los destinos de la Madre Rusia. Detalle interesante: se trata de Estados que pertenecen tanto a la Unión Europea como a… ¡la OTAN! Algo inimaginable en aquellos años de euforia generalizada, cuando los políticos occidentales pensaban acabar en menos de una década con las férreas estructuras del mal llamado campo socialista.

La transición a la economía de mercado se hizo a pasos agigantados, sin tener en cuenta los posibles efectos negativos de los cambios sociales y estructurales. Los pobladores del Este europeo, que se habían acostumbrado al paternalismo del Estado, descubrieron la cara más feroz del capitalismo salvaje. Un encuentro que no resultó ser del agrado de muchos supervivientes de la anterior etapa, que suplía la falta de libertades con… empleos para el conjunto de los habitantes.

El camino hacia la democracia facilitó, sin embargo, la aparición de movimientos extremistas de todo signo. Curiosamente, los gobernantes occidentales no prestaron atención al resurgir de las agrup
aciones de extrema derecha, cuyos slogans e ideología recordaban los años pardos del nacional socialismo y el fascismo.  Los politólogos solían aludir a la famosa teoría del péndulo: después de los regímenes de extrema izquierda (¿izquierda?), tocaba la resurrección de la derecha. Al igual que en algunos países de Europa occidental, donde el fracaso de las instituciones democráticas dio pie a la tentación totalitaria.

Pero las cosas cambian cuando algunos gobernantes del Este europeo empiezan a hablar con nostalgia de la época del dominio soviético. Hace apenas una semana, el “Washington Post” lanzó una advertencia a la Administración Obama: ¡cuidado! los nuevos aliados centroeuropeos coquetean con Moscú. Ejemplos concretos: el Primer Ministro húngaro, Viktor Orban, no duda en calificar a Vladimir Putin de ejemplo político. Por su parte, el Primer Ministro de Eslovaquia compara el posible despliegue de tropas de la OTAN en Europa Central con… la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia en 1968. El ministro de defensa de Chequia considera, por su parte, que las sanciones económicas impuestas por Occidente a Rusia son a la vez inviables e ineficaces.
Serbia, candidata al ingreso en la Unión Europea a la vez que baluarte del paneslavismo, invitó al presidente ruso a la conmemoración  del 70 aniversario de la liberación de Belgrado por el… Ejército Rojo.
Los Parlamentos de Hungría y Bulgaria han modificado la normativa legal en materia de energía para facilitar el tránsito del gasoducto ruso South Stream por su territorio sin tener que contar con el beneplácito de Bruselas. Rumanía teme la excesiva presencia de empresas petroleras rusas en su suelo. Hace unos meses, los rusos anunciaron que tenían intención de marcharse; mero subterfugio para afianzarse en el mercado rumano.

Ese estado de cosas provocó una reacción muy airada  de la Administración norteamericana. En efecto, la subsecretaria de Estado para Asuntos Euroasiáticos,  Victoria Nuland, criticó públicamente a los líderes de Europa central, acusándoles de aprovecharse de las ventajas de su pertenencia a la UE y la OTAN, haciendo caso omiso de los valores democráticos, avalando al mismo tiempo la corrupción e entorpeciendo la buena marcha de la justicia. En el caso concreto de Hungría, Washington adoptó una medida espectacular, elaborando una lista negra de oficiales que no podrán pisar el suelo norteamericano. Se trata de una decisión sin precedentes, ya que las medidas de esta índole no se han aplicado hasta ahora a ciudadanos de la Unión Europea.  En mensaje de Washington es contundente: si el Primer Ministro Orban no cambia su manera de pensar, ¡qué se marche! 
 
Subsiste el interrogante: ¿quién manda en Europa?       

viernes, 24 de octubre de 2014

Turquía: ¿un aliado "infiel"?


El Pentágono y la CIA estudian con detenimiento las circunstancias en las que parte de la ayuda enviada a los combatientes kurdos de Kobané cayó en manos de los yihadistas del Estado Islámico (IE). Aparentemente, se trata de una remesa de armas, municiones y medicinas lanzada en paracaídas por la aviación militar estadounidense. La noticia causó cierto estupor en los medios periodísticos. Pero los estrategas y los politólogos achacan ese lamentable error al empecinamiento de la Administración Obama de no permitir una intervención terrestre en Siria e Irak. El actual inquilino de la  Casa Blanca quiere permanecer fiel a sus principios; unas normas de conducta que poco o nada tienen que ver con las leyes de la guerra.

La decisión del Presidente Obama de limitar la ofensiva global contra los radicales del Estado Islámico a simples ataques aéreos ha sido criticada en reiteradas ocasiones por la plana mayor del ejército norteamericano. A las quejas de los generales, partidarios de una contundente acción basada ante todo en la presencia de unidades de infantería en el escenario del conflicto, se suman las voces discordantes de algunos gobernantes europeos, dispuestos a recurrir, una vez más, a la política de la cañonera ideada por las potencias coloniales. Pero a Obama no le gusta la idea de volver a mandar a los boys a Oriente Medio. Demasiado complicado, demasiado peligroso para la credibilidad de quienes potenciaron las llamadas primaveras árabes.

Huelga decir que la guerra de Obama no parece levantar pasiones. Un análisis publicado recientemente por el Departamento de Estado norteamericano señala que no todos los países que conforman la coalición global que combate al EI se han comprometido a llevar a cabo acciones concretas contra la agrupación radical islámica. De hecho, 17 de los 60 miembros de la alianza se han limitado a manifestar sólo de palabra su apoyo a la guerra sin cuartel contra el Estado Islámico. Se trata en la mayoría de los casos de Estados de Europa oriental recién integrados en la OTAN o de candidatos al ingreso en la UE.

Además, la guerra de Obama puso de manifiesto las diferencias, cada vez más profundas, entre Norteamérica y su principal aliado musulmán en la zona: Turquía. El país otomano se enorgullece de ser uno de los miembros fundadores de la Alianza Atlántica. Sin embargo, las autoridades de Ankara no parecen propensas a avalar todas y cada una de las pautas establecidas por Washington. En 2003, durante la invasión de Irak, el Gobierno de Recep Tayiep Erdogan se negó a autorizar el tránsito de las tropas occidentales que se dirigían al país vecino. Ya en aquél entonces, Ankara alegó la desconfianza de los turcos hacia la política de Norteamérica, país que se estaba convirtiendo, según ellos, en el enemigo potencial de los musulmanes.

En el caso del Estado Islámico, las autoridades optaron por supeditar la participación turca en la ofensiva contra los yihadistas a la decisión de Occidente de combatir paralelamente el régimen de Bashar al Assad. De hecho, Erdogan se negó a apoyar a los kurdos de Kobané mientras Washington y Bruselas no tomaron cartas en los esfuerzos encaminados a derrocar al dictador sirio. Pero el día en que Bruselas anunció la adopción de una serie de sanciones contra Damasco (¿más sanciones?) y Washington dejó constancia de su determinación de no variar su postura hacia el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), considerado por Occidente una organización terrorista, Erdogan accedió a dar luz verde a los operativos de rescate de Kobané.

Aun así, las relaciones entre Washington y Ankara  siguen siendo tensas. El Presidente turco aprovecha sus comparecencias televisivas para arremeter contra los nuevos Lawrence de Arabia, es decir, contra los occidentales que, bajo una piel de cordero, tratan de perjudicar los intereses de los musulmanes. Lawrence, recuerda Erdogan, fue un espía ingles disfrazado de árabe. Mas los nuevos Lawrence se disfrazan de periodistas, religiosos, escritores y terroristas.  En resumidas cuentas, son gente de poco fiar.


Huelga decir que la desconfianza es mutua. En las últimas semanas, Washington llegó a dudar de la fidelidad de los turcos; Turquía, de la sinceridad de su gran aliado transatlántico. Aunque hoy por hoy, el divorcio o la separación parecen inconcebibles. 

viernes, 17 de octubre de 2014

El Estado 194


Sucedió hace más de un cuarto de siglo; el 15 de noviembre de 1988. Desde la ventana de mi morada de Jerusalén, contemplaba las murallas de la Ciudad Vieja, las casitas del silencioso y mortecino vecindario árabe. El viejo radiorreceptor sintonizaba una emisora extranjera: Radio Argel. De pronto, oímos la voz de Yasser Arafat, anunciando solemnemente: “…proclamamos hoy la creación del Estado Palestino en los territorios de Cisjordania y Gaza…” Media docena de cohetes blancos iluminaron el cielo de la Ciudad Tres Veces Santa. No, no hubo festejos en los barrios árabes de Jerusalén; la ciudad estaba sitiada. Un millar de policías y soldados velaban por el mantenimiento del orden público.

Unas semanas antes de la solemne proclamación de la capital argelina, el entonces Primer Ministro israelí, Itzak Shamir, no dudó en poner los puntos sobre las “íes”: There will never be a Palestinian state” (No habrá jamás un Estado palestino). Sus sucesores, Sharon,  Barak, Olmert y Netanyahu, permanecieron fieles a la “profecía” del adalid del Likud.

Sería sumamente difícil, cuando no presuntuoso, tratar de resumir en unas líneas esos 25 años de desencuentros, de errores políticos y fracasos diplomáticos, de levantamientos populares (intifadas) y operaciones militares, de la quimérica “luz al final del túnel” y las tinieblas que acompañaban a los ángeles de la muerte. Pero, ¿sería inútil recordar el sufrimiento, el dolor, la desesperación de quienes desconocen la paz, el amor al prójimo, la tolerancia? Desde 1948, palestinos e israelíes han sido condenados a vivir en un estado de guerra permanente. Los políticos encuentran siempre “pegas” para hacer las paces. Los pueblos…

La última ofensiva israelí contra la Franja de Gaza, tercera en seis años, arrojó un saldo de 1.500 civiles muertos, 110.000 palestinos desplazados, 26 colegios destruidos, 3 hospitales cerrados. Actualmente, unos 450.000 gazatíes no tienen acceso a agua corriente. Según las primeras estimaciones de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y de la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina (UNWRA), los daños materiales ascienden a unos 8.000 millones de dólares. La conferencias de donantes celebrada el pasado fin de semana en El Cairo, finalizó con la promesa de entregar a la ANP la cantidad de 4.275 millones. Sin embargo, las contribuciones anunciadas por los participantes apenas ascendieron a unos… 2.000 millones de dólares. 
Estados Unidos se comprometen a aportar 212 millones de dólares (la ayuda económica y militar destinada a Israel asciende anualmente a alrededor de 2.000 millones), la Unión Europea donará 450 millones de euros, el emirato de Qatar prometió 790 millones de euros y Arabia Saudita, unos 400 millones. Recordemos que la conferencia fue copatrocinada por los Gobiernos de Egipto y… de Noruega.

A comienzos del mes de octubre, el nuevo Gobierno sueco sorprendió a sus socios comunitarios reconociendo “unilateralmente” la existencia del Estado palestino. La iniciativa provocó la ira de las autoridades de Tel Aviv, acostumbradas a controlar los movimientos diplomáticos del Viejo Continente, causando también un innegable malestar en Washington y en Bruselas. El Departamento de Estado norteamericano se limitó a recordar a los suecos que las naciones occidentales se habían comprometido a  llevar a cabo una política consensuada, que implicaba el no reconocimiento de Palestina antes de la (cada vez más) hipotética firma de un acuerdo de paz entre Israel y sus vecinos de los territorios ocupados. A su vez, la Comisión Europea lamentó el gesto poco solidario de las autoridades de Estocolmo, que habían caso omiso de la disciplina existente (impuesta) en el seno de la Unión. Conviene señalar, sin embargo, que otros Estados miembros de la UE – Eslovaquia, Hungría y Polonia – reconocieron el Estado palestino antes de adherirse al club de Bruselas.

Huelga decir que los temores de los “poderes fácticos” del planeta no carecen de fundamento. Contagiado por la valentía de los suecos, el Parlamento británico aprobó esta semana una resolución instando al Gobierno de su Graciosa Majestad a reconocer a Palestina. La iniciativa fue apoyada por 274 diputados y rechazada por... 12.


Queda por ver si esta oleada de desobediencia/hartazgo de los europeos encontrará su debido eco en las deliberaciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En este caso, Palestina podría convertirse de aquí a finales del año, en el… Estado miembro número 194 de la ONU. 

jueves, 9 de octubre de 2014

Kurdos


Hay naciones sin Estado, cuya supervivencia depende de los caprichos o los intereses directos de los grandes de este mundo. Los kurdos, que viven a caballo entre cuatro países – Irán, Turquía, Irak y Siria – han sido sometidos a lo largo de la historia a las presiones o la represión política de los Estados cuyo territorio comparten. Discriminados en Irán, reprimidos en Turquía, tolerados por el Partido Baas iraquí, esquivados por el régimen laico de Damasco, fueron considerados siempre el cuerpo extraño  que altera la unidad de la nación. Sin embargo, en la mayoría de los casos los ciudadanos de origen kurdo permanecieron leales a las instituciones estatales. No fue este el caso de Turquía, donde los enfrentamientos entre la guerrilla marxista del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) y el Gobierno de Ankara, iniciado en la década de los 80, arroja un saldo de 40.000 muertos.  Kurdos y turcos se acusan mutuamente de las matanzas. Los hasta ahora tímidos intentos de dialogo, destinados a negociar el final del conflicto, tropiezan estos días con el aparente inmovilismo de Ankara a la hora de apoyar militarmente a los milicianos kurdos que defienden la ciudad fronteriza siria de Kobané, sitiada desde hace tres semanas por los efectivos del Estado Islámico.

La postura del Gobierno turco, poco propenso a sumarse a los esfuerzos bélicos de la coalición liderada por el Presidente Obama, generó serios roces entre Washington y Ankara. Mientras la Administración estadounidense exige la intervención de la artillería turca, ubicada a un kilómetro de la ciudad, Turquía reclama la creación de una zona de seguridad, destinada a “proteger” a las decenas de miles de refugiados que tratan de cruzar la frontera del país otomano.  Aparentemente, se trata de un mero problema jurídico, que podría solucionarse en menos de 24 horas. Pero hay más; mucho más…

Por una parte, las autoridades de Ankara temen que el apoyo a los milicianos kurdos de Siria podría desencadenar una oleada de protestas entre los familiares de las víctimas del conflicto interno. No se trata, reconozcámoslo, de una simple coartada. La cuestión kurda sigue levantando ampollas en el país otomano. Mas a ello se suma otro factor: el deseo jamás oculto de los gobernantes turcos de aprovechar la ofensiva armada de los occidentales para acabar con su archienemigo: el Presidente sirio Bashar el Assad.

De hecho, durante las conversaciones con Salih Muslim, vicepresidente del Partido de Unión Democrática de Siria, agrupación política creada por la minoría kurda, Ankara supeditó la ayuda turca a tres condiciones sine qua non: que la Unión Democrática rompa sus relaciones con el PKK, retire su apoyo al Presidente Al Assad y se comprometa a abandonar los proyectos independentistas o autonomistas. Exigencias éstas que los kurdos acogieron con suma cautela. 

Ante la presencia de más de 9.000 combatientes del Estado Islámico en los suburbios de Kobané, los milicianos kurdos reclaman una acción terrestre de la coalición liderada por Obama. En eso, coinciden con Turquía, cuyos estrategas aseguran que los bombardeos aéreos no garantizan la superioridad de la alianza.

Hay otro factor que irrita sobremanera a los turcos; lo que Ankara llama el favoritismo de Occidente. De hecho, los kurdos fueron, según los otomanos, los principales beneficiarios de la regionalización del conflicto de Oriente Medio. Un ejemplo: la región autónoma del Kurdistán iraquí, que Norteamérica e Israel convirtieron en una especie de Estado tampón entre el fanatismo chiita y el mal llamado belicismo turco. De hecho, Turquía tuvo que ceder ante las presiones de Washington, limitando al mínimo indispensable los operativos de castigo contra la guerrilla del PKK, que había encontrado refugio en las montañas de Irak.

Detalle interesante: esa misma regionalización opone los kurdos a los combatientes del Estado Islámico. En ambos casos, lo que se pretende es acabar con las fronteras artificiales diseñadas en 1916 por las potencias coloniales de la época: Francia y el Reino Unido.  

En resumidas cuentas, lo que se está jugando en Kobané es el provenir de dos opciones geoestratégicas: el autodenominado Califato de Oriente Medio y el hipotético futuro Estado nacional kurdo. Dos espejismos que se contemplan en la  misma luna, que combaten encarnizadamente por el control del mismo territorio.


Turquía tiene, pues, buenas razones para desconfiar. De ambos…

jueves, 2 de octubre de 2014

Estado Islámico: cuando la historia se repite


El Presidente Obama reconoció públicamente hace unos días que los servicios de inteligencia estadounidenses habían subestimado el potencial bélico del llamado Estado Islámico, la agrupación radical musulmana que siembra el terror en Siria y en Irak. Un movimiento que, dicho sea de paso, cuenta con más de 11.000 voluntarios extranjeros, entre los que se halla más de un centenar de ciudadanos norteamericanos.

Detalle interesante: antes de los atentados del 11 – S, la inteligencia estadounidense había subestimado el peligro potencial encarnado por Al Qaeda y los adláteres de Osama Bin Laden. Sin embargo, los americanos conocían perfectamente al saudí, quien había colaborado con Washington a través de la todopoderosa central de espionaje del reino wahabita. El cerebro de Al Qaeda se relacionaba – directa o indirectamente – con la CIA norteamericana, impulsora de la lucha de la tribus afganas contra la ocupación del país por las tropas soviéticas. Pero al término de la misión, Osama se convirtió en el enemigo público número uno de Norteamérica. Un enemigo que actuó libremente hasta el derribo de las Torres Gemelas de Nueva York, símbolos del poderío estadounidense.  

Algo muy parecido está ocurriendo esos días con Emirato Islámico en Irak y el Levante (ISIS), que la maquinaria de propaganda occidental no dudó en tildar de Estado Islámico.  Las palabras podrían generar pánico; es lo que se pretende.  

Pero, ¿Quiénes son esos sanguinarios yihadistas, incapaces de derrocar el régimen autocrático de Bashar al Assad? ¿Qué hay detrás del génesis del Emirato Islámico? En resumidas cuantas: ¿Quiénes son los padres o los padrinos de la diabólica criatura?

Curiosamente, la agrupación encuentra sus raíces en al Qaeda en Irak, un movimiento violento que no luchaba contra el ocupante estadounidense, sino… contra las facciones chiitas iraquíes. Un combate en el que Washington no quiere inmiscuirse, calificando el conflicto de enfrentamiento sectario.

El caudillo del ISIS, Abu Bakr el Baghdadi, aseguraba hace unas semanas, que el Emirato contaba con apenas… ¡200 combatientes! de nacionalidad iraquí. Sin embargo, numerosas fuentes árabes coinciden en que el Estado Islámico tiene alrededor de 250.000 efectivos; un dato nada desdeñable.
Estiman los politólogos occidentales que los promotores y patrocinadores del Emirato fueron dos países árabes conservadores: Qatar y Arabia Saudita. Dos naciones “amigas” de Washington, al menos aparentemente. Qatar, el “socio capitalista” del ISIS, aunque también de Hamas y otros movimientos armados de Oriente Medio, se ha convertido en la plataforma político-financiera del islamismo radical. Los qataríes apoyaron también al depuesto presidente egipcio, Mohammed Mursi, vinculado a la fraternidad de los Hermanos Musulmanes, primer movimiento islámico abiertamente antioccidental que surge en  el siglo XX. La injerencia qatarí en la guerra civil  de Siria es un secreto a voces. El régimen laico de los El Assad molesta a los jeques del Golfo Pérsico, más propensos a tolerar las “dichas” del Islam tradicional. Y como a Qatar le sobra el dinero proveniente de las ventas de petróleo y de gas natural…

Arabia Saudita, el segundo valedor del ISIS, retoma el papel que había desempañado durante la creación y el afianzamiento de Al Qaeda. Al apoyo logístico -algunos de los yihadistas fueron entrenados en suelo saudí- se suma el suministro de armas y equipo electrónico provenientes de Estados Unidos, Europa occidental y… Rusia. La Casa Real wahabita impone una sola condición: que los yihadistas no actúen en Arabia Saudita. Lo mismo que se le exigió en su momento a Al Qaeda. Recordemos que las (pocas) ovejas negras fueron abatidas a sangre fría por las fuerzas de seguridad del reino.

Durante años, las principales fuentes de ingresos del Estado Islámico procedían de los rescates, los atracos y los impuestos aplicables a la población de los territorios contralados por el movimiento radical. Sin embargo, actualmente el ISIS controla los campos petrolíferos y los yacimientos de gas natural de Raqa  y  Deir Ez-Zor (Siria) y Mosul (Irak). Se calcula que los ingresos por la venta del  “oro negro” ascienden a 3,2  millones de dólares diarios o, si se prefiere, unos 1.200 millones anuales. El subestimado enemigo de la Casa Blanca se ha convertido, pues, en una auténtica potencia económica.   

Pero hay más: Rusia y China, países que cuentan con importantes comunidades musulmanas, empiezan a temer el posible contagio de ISIS.


En resumidas cuentas: nadie se opone a la aniquilación del Estado Islámico. Los padres de la criatura y las víctimas potenciales se unen ante un enemigo común: el Islam. Y la guerra sigue…