jueves, 25 de septiembre de 2014

Obama: si vis pacem...


El Presidente de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama, sorprendió a propios y extraños al afirmar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que  “…este es el mejor momento de la historia humana”. El mejor momento para nacer, recalcó el actual inquilino de la Casa Blanca, en un acalorado discurso en el que defendió el papel de los Estados Unidos, potencia que promueve “la paz y la estabilidad” a nivel planetario.

¿Paz y estabilidad? Si algo se parece a una guerra, es el gigantesco operativo “pacificador” del Nobel Barack Obama. Los ataques aéreos contra los radicales del Estado Islámico, llevados a cabo con el apoyo de Arabia Saudita, Emiratos Unidos, Jordania y Bahréin, requieren una intervención terrestre. Curiosamente, ningún país occidental parece dispuesto a mandar tropas a la zona. ¿Serán los gobernantes árabes los artífices de la victoria final contra el EI, los verdugos de esos desalmados terroristas?  No hay que olvidar que algunos regímenes “prooccidentales” de la región avalaron la creación de agrupaciones radicales islámicas – Al Qaeda, Estado Islámico, el Frente Al Nusra – financiando, entrenando y armando a los rebeldes.  La vocación de Arabia Saudita no es de combatir el Islam, sino de velar por su expansión en el mundo.

Si algo se parece a una guerra, es la inestabilidad de Oriente Medio. A la crisis política de Irak, fomentada por los partidarios del enfrentamiento entre chiitas y sunitas, se suma la guerra civil de Siria, desencadenada por quienes deseaban acabar con el régimen autoritario de Bashar el Assad. Mas la primavera árabe no pudo con el hombre fuerte de Damasco. Quedaba, pues, el viejo y socorrido recurso de la desestabilización. En ese contexto, las víctimas civiles, decenas de miles de víctimas, figuran en el apartado de los daños colaterales, eufemismo ideado por los estrategas militares para no emplear la palabra muertos.

Si algo se parece a una guerra, es el interminable enfrentamiento entre israelíes y palestinos, un conflicto en el cual los Estados Unidos actúan como juez y parte. En efecto, ninguna Administración norteamericana se atrevió a plantar cara a Israel, ninguna se pronunció abiertamente a favor del derecho de autodeterminación del pueblo palestino. Durante la última ofensiva israelí contra la Franja de Gaza, la postura sumamente cauta de Obama provocó la ira de algunos Gobiernos árabes, que acostumbran defender a los “hermanos palestinos” con palabras, palabras y más palabras. 
    
Si algo se parece a una guerra, son los operativos bélicos llevados a cabo en los últimos tres lustros en Afganistán, feudo y refugio de Osama Bin Laden, Paquistán, donde los ataques con drones causaron la muerte de 4.000 personas, Yemen o Libia. De hecho, la desaparición de Moamar Al  Gadafi  no dio paso a la democracia. Al contrario, el país africano vuelve al tribalismo reinante durante la época de la monarquía.

Si algo se parece a una guerra, es la caótica situación generada en Ucrania tras el golpe de palacio que acabo con la presidencia de Víctor Yanukóvich, el político que se negó a firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea. De hecho, Berlín y Washington parecían muy interesados en que ello suceda. En el caso de la Canciller Merkel, para recuperar una antigua zona de influencia germana en Europa oriental; en el de la Administración Obama, para estrechar el cerco contra Rusia. La insistencia de Moscú en no abandonar su ya de por sí limitada esfera de influencia (sus antiguos aliados del Pacto de Varsovia pertenecen hoy en día a la Alianza Atlántica),  fue interpretada como una declaración de guerra por la Casa Blanca, el Pentágono y la OTAN. Una guerra tibia, que desembocó en la adopción en una serie de sanciones contra Rusia. ¡Ay! Otro error de cálculo: la reacción de  los rusos, sean estos partidarios o detractores de Vladimir Putin, ha sido diametralmente opuesta a las previsiones de Occidente.  No, Rusia no deja de ser una gran potencia.  


Una gran potencia que, según las palabras de Barack Obama ante la Asamblea General de las Naciones Unidas es, después de la mortífera epidemia de ébola, la… segunda mayor amenaza de la escena mundial. El Estado Islámico ocupa el tercer lugar en la lista. Pero nadie habla, al menos de momento, de una coalición para bombardear a Rusia. De momento…

viernes, 19 de septiembre de 2014

Moscú recurrirá las sanciones de Occidente


Si el Kremlin lo ordena, las tropas rusas tardarían dos días en llegar a Kiev, Riga, Vilna, Tallin, Varsovia o Bucarest. La noticia, divulgada hace apenas unas horas por el prestigioso rotativo alemán Süddeutsche Zeitung, revela el contenido de una conversación privada sostenida por el presidente ruso, Vladímir Putin, con su homólogo ucranio, Petro Porosenko.
 
Poroshenko no tardó en trasladar la amenaza de Putin al Presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Barroso, a la vez que solicitaba la ayuda económica y militar de Occidente. Una ayuda que se materializará, de momento, con la concesión de nuevos créditos a las autoridades de Kiev.

Huelga decir que los portavoces oficiales de la Comisión se negaron a comentar las declaraciones del hombre fuerte del Kremlin, recordando que la UE no suele trasladar la acción diplomática a los medios de comunicación o pronunciarse sobre el contenido, total o parcial, de conversaciones confidenciales.  Pero Porosenko tenía interés en filtrar la noticia; según la prensa ucrania, el ejército de Kiev cuenta actualmente con un escaso 40 por ciento de sus arsenales. Los enfrentamientos de la región de Donbas tuvieron efectos devastadores.

Menos devastadoras son, al parecer, las sanciones impuestas por el actual inquilino de la Casa Blanca. Aunque la evaluación del impacto de las sanciones contra Rusia muestra un deterioro del margen de maniobra de la banca estatal y del papel preponderante del conglomerado Gazprom, las contramedidas anunciadas por Moscú – limitación de los suministros de gas natural, veto a las importaciones de productos alimentarios procedentes de la UE – han sido acogidas con preocupación, véase pánico, en los países de la Unión. A las protestas de los agricultores, principales víctimas del cierre del mercado ruso, se suma en nerviosismo de algunos Gobiernos, incapaces de hallar soluciones de recambio destinadas a paliar la más que probable escasez de combustibles  para el período invernal. De hecho, Gazprom acordó esta semana una disminución del 10 por ciento de las exportaciones de gas natural destinadas a los vecinos de Rusia: Ucrania, Polonia, Rumanía y los países bálticos. ¿Advertencia? ¿Mero anticipo de una nueva ofensiva energética? El mensaje es muy sencillo: A Rusia no se le chantajea. Por si fuera poco, Moscú piensa recurrir las sanciones occidentales ante la Organización Mundial del Comercio, baluarte del libre cambio comercial, ideado por los Gobiernos del primer mundo para llevar a cabo el desarme arancelario de los países en desarrollo.

Hace más de dos décadas, cuando por politólogos de la universidad de Yale idearon la pinza contra Rusia, partieron de la falsa premisa de que el frente occidental estaría compuesto por los antiguos vasallos de Moscú (ex miembros del Pacto de Varsovia) y que China se convertiría, a su vez, en el muro de contención asiático. Ni que decir tiene que se equivocaron. Los países de Europa oriental no disimulan su preocupación ante una posible, aunque por ahora, poco probable ofensiva militar de Rusia contra Kiev, Riga, Vilna, Tallin, Varsovia o Bucarest. En Asia, China se perfila, a través de la Organización de Cooperación de Shanghái, en uno de los principales aliados de la Federación rusa. Se le suman India y Singapur, dos gigantes económicos que apuestan por la inversión o la tecnología rusas. Un auténtico quebradero de cabeza para el Nobel de la Paz Obama, que navega zigzagueando entre los conflictos de Ucrania, Oriente Medio y África.  

Decididamente, la historia con H mayúscula no se escribe en Yale.