martes, 31 de diciembre de 2013

Los nuevos conflictos de 2014




Los redactores de la revista estadounidense Foreign Policy elaboraron un exhaustivo informe sobre los temas que, según ellos, no despertaron el debido interés de los medios de comunicación en los últimos doce meses, pero que podrían saltar a la palestra durante el año entrante. 

En su lista figuran, junto a los cambios climáticos, algunos síntomas de malestar político y social que dejan entrever el estallido de nuevos conflictos, de nuevas crisis. Reproducimos a continuación algunos de los detalles de este complejo rompecabezas.  

La conquista del Polo Norte. Rusia y Canadá pugnan por el control de los recursos minerales de Árctico. El hasta ahora soterrado conflicto ha entrado en una nueva fase a mediados de 2013, al anunciar Moscú su intención de incrementar la presencia militar en la región. Según el  Ministerio de Defensa ruso, la armada llevará a cabo patrullas navales “disuasorias”. Por su parte, las autoridades canadienses informaron que estaban dispuestas a defender su soberanía sobre el territorio árctico.  

Conviene recordar que el calentamiento global llevó al deshielo paulatino de la región polar, abriendo nuevas rutas navegables que conducen a importantes y aún no explotados yacimientos de hidrocarburos, que figuran entre los mayores del planeta.

Liderazgo japonés de la ASEAN.  Durante el primer año de su mandato, el Primer Ministro nipón Shinzo Abe, ha hecho especial hincapié en el desarrollo de las relaciones diplomáticas con los Estados miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). 

Detalle interesante: en los últimos 12 meses, los japoneses realizaron compras masivas de obligaciones de los miembros de la Asociación, perdonado la deuda pública de algunos Estados.

Se cree que la “generosidad” de las autoridades niponas trata de ocultar el deseo de  Tokio de afianzarse como potencia regional. Aparentemente, esta decisión está relacionada con el constante deterioro de las relaciones con China, otro gigante regional.

Tratamiento contra el SIDA. En marzo de 2013, un grupo de investigadores médicos informó que, por vez primera en la historia, se logró la curación de un enfermo de SIDA mediante un tratamiento agresivo con sustancias antiretrovirales. Se trata de una niña que recibió, apenas 30 horas después de nacer, un tratamiento de choque con tres productos antivirales.

Boom económico en Irak. En 2013, el Producto Interior Bruto (PIB)  de Irak registró un incremento récord del 9,1 por ciento. Ello se debe, ante todo, al incremento de la demanda de “oro negro”, que generó un aumento generalizado de precios. Irak, segundo productor de crudo de la OPEP después de Arabia Saudita, se benefició de la coyuntura internacional. Sin embargo, sus estructuras socio-políticas siguen siendo muy frágiles.

Evolución de las energías renovables. Las energías eólica y solar han acusado un importante desarrollo en las dos cuencas del Atlántico. Los expertos de la Agencia Estadounidense para Energía, las renovables registrarán un incremento del 40 por ciento en los próximos tres años, convirtiéndose – a partir de 2016 - en la principal fuente de energía. Tormenta en perspectiva para los grandes suministradores de energía convencional.

Malestar en América Latina. Las manifestaciones antisistema han proliferado en los países iberoamericanos. En Brasil, Argentina, Colombia, Méjico, Perú y Chile, los indignados han protestado contra la corrupción, los aumentos de precios, las reformas del sector público o el escaso desarrollo económico, síntomas que preceden graves crisis. 

Estas proyecciones un tanto pesimistas figuran en el Informe anual de la revista,  documento que pretende dar claves sobre el significado profundo de unos acontecimientos que, por distintas razones, pasaron inadvertidos. Curiosamente, la publicación no menciona el malestar reinante en Turquía ni los síntomas, cada vez más incuestionables, del resurgir del terrorismo radical islámico capitaneado por Al Qaeda.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Francia veta el acuerdo sobre el programa nuclear iraní


Vive la France!” (Que Viva Francia). Con esas palabras resumió el senador estadounidense John McCain en su cuenta de Twitter  la decisión francesa de bloquear la firma de un convenio entre las autoridades de la República Islámica de Irán y las potencias que integran el Grupo 5+1 - Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Rusia, China y Alemania - sobre el porvenir del programa nuclear iraní. Recordemos que las negociaciones celebradas la pasada semana en Ginebra, fracasaron tras la negativa del gobierno galo de avalar un proyecto de acuerdo sobre el controvertido programa atómico persa.

Curiosamente, los franceses, al igual que los norteamericanos, se negaron a aceptar el articulado del documento, considerando que éste ofrecía muy pocas garantías de seguridad para la comunidad internacional. Con esta maniobra, las autoridades galas dejan la puerta abierta para la presentación, la próxima semana, de un texto elaborado por los congresistas estadounidenses, que contempla una serie de medidas específicas destinadas a contentar tanto a los legisladores republicanos como a los demócratas. Se trata, según fuentes diplomáticas occidentales, de una serie de exigencias concretas, que podríamos resumir de la siguiente manera: suspensión del programa de enriquecimiento de uranio, desmantelamiento de los sistemas de centrifugado, control internacional del conjunto de las actividades relacionadas con el desarrollo de la energía nuclear de “doble uso”, así como el control del reactor de agua pesada de Arak, considerado por los expertos como el “mayor peligro potencial” del programa nuclear iraní. 

Si bien es cierto que los emisarios de Teherán acudieron a la cita ginebrina predispuestos a aceptar la inspección in situ que reclaman los miembros del Grupo 5+1,  los altos cargos gubernamentales se apresuraron en subrayar el hecho de que su país jamás consentiría a abandonar definitivamente el programa atómico. Por su parte, sus interlocutores señalaron que no se trataba de prohibir a los persas el acceso a la energía nuclear, sino pura y simplemente de velar por que Irán no infrinja las normas del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, instrumento internacional no ratificado por Teherán (Tel Aviv, Nueva Delhi, etc.) Para los miembros del Grupo, se trataba de sugerir (véase imponer) un férreo sistema de control internacional, llevado a cabo por los órganos especializados de las Naciones Unidas. Inútil recordar que las autoridades persas autorizaron en su momento las visitas de expertos de la Agencia Internacional para Energía Atómica (AIEA), quienes no detectaron, al menos durante las primeras misiones, indicios de una posible utilización del uranio para fines bélicos. Sin embargo, tras la insistencia de Israel (y los Estados Unidos), surgieron inesperadas “dudas” al respecto. Sabido es que el Gobierno israelí está empeñado en reclamar la destrucción total de las instalaciones atómicas persas, alegando que estas suponen un peligro para la seguridad del Estado judío. La suspicacia de la clase política hebrea encuentra sus raíces en el ideario del ayatolá Jomeyni, que contemplaba la desaparición de Israel, así como en la no menos virulenta campaña anti-judía llevada a cabo por el ex presidente Majmúd Ahmanideyad, ferviente defensor de la guerra total contra el “ente sionista”. 

Conviene recordar que, tras la llegada al poder del moderado Hassan Rohaní, los parámetros cambian. Sin embargo, tanto Washington como su inesperado aliado francés, parecen dispuestos a dar otra vuelta de tuerca a las relaciones con Teherán. Aún no se sabe si las motivaciones son meramente estratégicas o si la maniobra encierra, como sugieren algunos, consideraciones de otra índole. ¿Suministro a buen precio de “oro negro”? ¿Incumplimiento de multimillonarios contratos firmados en la época del Sha pese a las promesas de Jomeyni? ¿Viejas deudas comerciales? Los diplomáticos suelen ser muy hábiles a la hora de ocultar las verdaderas razones de su brillante actuación.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La importancia de llamarse Mohamed


Cuando los milicianos nos dieron el alto para un mero “control de identidad”, mis compañeros intercambiaron miradas inquietas. “Dejadme hablar; a mí me respetan. Me llamo Mohamed”, dijo el joven apuesto que permaneció silencioso durante la travesía del desierto libio. El intercambio verbal duró menos de tres minutos; los guerrilleros nos invitaron amablemente a seguir el viaje. Al comprobar mi asombro, el joven se sintió obligado a puntualizar: “En las familias religiosas, llamar Mohamed al hijo primogénito es una obligación. Procedo de una familia muy religiosa; como habrás podido comprobar, a veces el nombre sirve de salvoconducto…”

Recordé las palabras de aquel extraño viajero, titular de varios pasaportes diplomáticos, el día en que Mohamed Mursi, ingeniero educado en California, asumió la presidencia de la República de Egipto. Huelga decir que en el caso de Mursi, la explicación parecía superflua. La consigna de su partido – Justicia y Libertad – considerado el ala política de la Hermandad Musulmana – era El Islam es la solución. De ahí la presagiar que los Hermanos iban a establecer una teocracia fundamentalista no había más que un  paso. Mohamed Mursi no dudó en dar este paso, valiéndose del apoyo popular, de la voluntad de los egipcios de hacer tabula rasa con el pasado, de borrar el recuerdo de los regímenes militares de Gamal Abdel Nasser y Hosni Mubarak. 

Los Hermanos se enorgullecían de haber creado un Estado dentro del Estado egipcio. Un Estado de bienestar, unas estructuras sociales basadas en la honradez. Su Estado en la sombra, edificado durante décadas, contaba con numerosos colegios, hospitales, centros de capacitación profesional. Unas instituciones dinámicas, donde la burocracia, la corrupción, el clientelismo o el proselitismo brillaban por su ausencia. Nada que ver con la rígida e ineficaz maquinaria estatal. Mas la popularidad de los Hermanos Musulmanes poco tenía que ver, al menos aparentemente, con el slogan El Islam es la solución. En Egipto, al igual que en el Líbano y Palestina, los movimientos de corte religioso – Hezbollah, Hamas - lograron imponerse en la palestra de la política con la máxima: Por sus actos los reconocerán. Ni que decir tiene que las agrupaciones islámicas ganaron la batalla de la eficacia merced a su buen hacer.  

Tras el inicio de las llamadas Primaveras árabes, el establishment político de los países industrializados aceptó de buenas ganas la presencia de militantes islámicos en los Gobiernos de Túnez, Egipto, Libia. Más aún: no dudó en bendecir a los jihadistas radicales que tratan por todos los medios de acabar con las estructuras laicas implantadas en Siria por los colonizadores franceses y perpetuadas por la dinastía de los Assad. 

Cabe preguntarse: ¿serán los militantes islámicos el relevo deseado por Occidente en una región hasta ahora controlada por regímenes autoritarios y retrógrados? ¿A quién le favorece el cambio? Aparentemente, no a los pueblos de la zona.

A la hora de buscar el común denominador de la nueva clase dirigente emanante de las Primaveras, sorprende el paralelismo entre el egipcio Mohamed Mursi, educado en California, el libio Mahmud Jibril, economista que proviene de las universidades norteamericanas, el tunecino Ahmed al Ganoushi, uno de los ideólogos islámicos de mayor relieve, educado en Francia y exiliado en Londres, el iraquí Ahmed Chalabi, titulado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el también iraquí Ali Alawi, ex ministro de comercio y de defensa de Irak, educado en los Estados Unidos. 

¿Simple casualidad? Demasiadas casualidades. Pero no, las casualidades no existen. Ahora bien, si hacemos caso omiso de las teorías conspiracionistas, llegaremos fácilmente a la conclusión de que los espectaculares cambios socio-políticos contemplados a comienzos de la pasada década por la Administración Bush se han ido materializando. Pero los nuevos aliados de Washington y de Bruselas no son valedores de la democracia ni defensores del ideario humanista de la civilización occidental.  Su llegada al poder no mejora la imagen de los Estados Unidos y/o de sus socios europeos en el mundo árabe, ni deja entrever un cambio de actitud de la opinión pública musulmana frente al fiel aliado de Norteamérica en la región: Israel. Al contrario: las llamadas Primaveras parecen hacer especial hincapié en la… importancia de llamarse Mohamed.    

viernes, 25 de octubre de 2013

¿Hacia la creación del Gran Kurdistán?


A finales del pasado mes de septiembre, mientras el Gobierno liderado por Recep Tayyip Erdogan, anunciaba la adopción de una serie de medidas democratizadoras, aparentemente destinadas a cambiar la faz de la sociedad turca, las miradas de los observadores occidentales se dirigían hacia el vecino Kurdistán iraquí, donde se celebraba la primera conferencia nacional de la nación kurda. 

La minoría kurda de Turquía no había esperado la proclamación de la nueva normativa legal de Ankara, calificada por algunos de poco novedosa y generosa, para sumarse al proceso de reconstrucción nacional propuesto por los organizadores del encuentro de Erbil. ¿Reconstrucción nacional? Pero, “nunca existió un Estado kurdo”, dirán los tecnócratas que nos gobiernan, poco propensos a sumergirse en los tratados de historia. De lo contrario, hubieses descubierto (o redescubierto) la división del territorio poblado por la etnia kurda en el siglo XVI, cuando los dos imperios de Oriente, el otomano y el safávida, se repartieron el Kurdistán. El Tratado de Zuhab (1639) formaliza la partición territorial. 

Después de la Primera Guerra Mundial, las potencias que redactaron el Tratado de Sevres (1920), se comprometieron a crear en la región controlada por el decadente Imperio Otomano una serie de Estados étnicos. Se trataba de Armenia y de Kurdistán. Conviene señalar, sin embargo, que ambos territorios fueron conquistados por Mustafá Kemal Atatürk, fundador de la Turquía moderna, quién obligó a los aliados a renegociar los trazados fronterizos en la conferencia de Lausana (1923), en la que se desvanecieron los sueños independentistas de los kurdos. Turquía se adueñó de gran parte del territorio kurdo (unos 190.000 kilómetros cuadrados), mientras que Irán, Irak y Siria heredaron las tierras que  se hallaban en sus confines.
Actualmente, la nación kurda cuenta con alrededor de 35 a 40 millones de personas. Las etnias que la componen forman un gran mosaico: hay comunidades árabes, armenias, asirias, azeríes, judías, persas y turcas, cuya lengua franca deriva de un dialecto persa.  
   
En la conferencia nacional de Erbil participaron unos 600 delegados provenientes de las cuatro provincias kurdas de la región y representantes de la diáspora, así como 300 invitados extranjeros. El líder de los kurdos iraquíes, Massoud Barzani, resumió los objetivos del encuentro con las siguientes palabras: “… se pretende es elaborar una estrategia común de las corrientes políticas que actúan en las distintas regiones del Kurdistán”.  Sus palabras causaron preocupación en las cancillerías occidentales. Y ello, por dos motivos: el primer lugar, porque se reafirma la existencia del Kurdistán como nación soberana, compuesta por territorios pertenecientes a los Estados de la zona y, en segundo lugar, por la exigencia de diseñar y aplicar “estrategias comunes”. 

Para los analistas, las palabras de Barzani podrían ocultar el deseo de potenciar el papel de las agrupaciones militares que apoyan a partidos de corte nacionalista y/o de aunar esfuerzos a la hora de librar batalla contra las comunidades nacionales de los Estados de la región. De hecho, las relaciones entre kurdos y los demás pobladores de la región han sido y siguen siendo conflictivas.

Recapitulemos: en Irak, la mayoría árabe critica abiertamente el protagonismo de los kurdos tanto a nivel político como administrativo. Se trata, al menos aparentemente, de una “compensación” ofrecida por los Estados Unidos por el sufrimiento causado a la etnia por los esbirros de Saddam Hussein. Sin olvidar, claro está, el factor clave: el suelo del Kurdistán encierra los mayores yacimientos petrolíferos del país.

En Irán, los kurdos están perseguidos por el mero hecho de no pertenecer a la mayoría chiíta. Se calcula que las regiones pobladas por los kurdos cuentan con una tasa de desarrollo inferior al resto del país, mientras que el paro supera el 50 por ciento.

En Turquía, la lucha armada contra las autoridades de Ankara, iniciada en 1983 por los guerrilleros promarxistas del PKK, arroja un saldo de decenas de miles de muertos. 

En el año 2000, el PKK renuncia a la lucha armada. Pero la decisión quedará revocada en 2003. En mayo de 2013, los movimientos de guerrilla acuerdan deponer las armas e iniciar una retirada estratégica hacia el Kurdistán iraquí. Sin embargo, los radicales de ambos bandos tratan de sabotear el proceso. 

En Siria, los integrantes del Partido de Unión Democrática combaten las milicias jihadistas que propugnan la creación de “emiratos” islámicos en el Norte del país. ¿El porvenir? 

Los estrategas del Pentágono estiman que la cuestión kurda podría solucionarse mediante la creación de un nuevo Estado: el Gran Kurdistán. Como si los estrepitosos “éxitos” de  Afganistán, Irak y Libia no les bastaran…

viernes, 11 de octubre de 2013

El regateo nuclear, clave de las relaciones entre Irán y Occidente



Hay quien deposita demasiadas esperanzas en los resultados del próximo encuentro entre emisarios del Gobierno iraní y las potencias occidentales, que se celebrará la semana próxima en Ginebra. Si bien para muchos politólogos el deshielo de las relaciones entre Washington y Teherán empezó a esbozarse durante la reciente llamada telefónica entre el Presidente Obama y su homólogo iraní,  Hasán Rohaní, algunos conocedores de la realidad persa estiman que los dos estadistas tendrán que sortear innumerables obstáculos políticos, diplomáticos e ideológicos. Para el actual inquilino de la Casa Blanca, la principal rémora tiene nombre y apellido. Se trata del Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien se apresuró en advertir al establishment estadounidense sobre la escasa credibilidad del discurso de Rohaní. No se refería el político del Likud sólo a la intervención del líder iraní ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el cual ofreció un diálogo sincero a Occidente y reconoció, por vez primera, la existencia del Holocausto, sino también y ante todo al tono conciliador empleado por el hoyatoleslam en su conversación con el presidente Obama. 

Ciertamente, el discurso del Primer ministro hebreo no ha cambiado. El halcón utiliza los argumentos de siempre: Irán desea convertirse en una potencia nuclear, poniendo en peligro la seguridad de la región y la supervivencia de Israel. Los iraníes hablan de convivencia, pero a la hora de la verdad potencian las actividades de grupúsculos terroristas. Los iraníes obstaculizan, mediante el apoyo incondicional al régimen de Bashar el Assad, la solución del conflicto sirio. La intolerancia iraní constituye un peligro para la estabilidad de los Estados “moderados” del Golfo Pérsico. 

¿Israel, defensor de la causa árabe? Por muy extraño que ello parezca, los estrategas de Tel Aviv y las monarquías del Golfo tratan de crear un frente común contra un poderosísimo enemigo: la república islámica. ¿Política ficción? No, en absoluto. En la era de la globalización, surgen nuevas e inesperadas alianzas.

Pero conviene recordar que Rohaní tiene también detractores en Washington. La pasada semana, la Subsecretaria de Estado para asuntos políticos, Wendy Sherman, pidió a los ultraconservadores del Congreso que abandonen o al menos, que congelen las iniciativas destinadas a imponer nuevas sanciones económicas contra el gigante persa, ya que tales medidas podrían neutralizar los esfuerzos diplomáticos de la Casa Blanca. Sabido es que los políticos norteamericanos no brillan por su tacto a la hora de abordar cuestiones de alta política internacional. El propio Obama cometió un grave error al aludir recientemente al “régimen iraní”, desafortunada expresión que presupone el no reconocimiento de la legitimidad del Gobierno de Teherán. ¿Simple lapsus? 

Rohaní cuenta también con enemigos al interior del país. Aunque el Guía de la Revolución, el septuagenario e intransigente Alí Jameneí, parece dispuesto a avalar la política aperturista del presidente, los círculos religiosos más conservadores y los radicales que lideran a los Guardianes de la Revolución no comparten el proyecto del presidente. ¿Qué pretende el  hoyatoleslam? ¿Acabar de un plumazo de 34 años de lucha revolucionaria, de llamamientos a la unidad del mundo musulmán, abandonar el objetivo final del programa político del ayatolá  Jomeyni, la (re)conquista de Jerusalén? 

Los jóvenes persas son partidarios del cambio, de la apertura, de la modernización de las estructuras socio-económicas (¡y políticas!) del país. Pero qué duda cabe de que el camino está plagado de obstáculos.

De momento, las autoridades iraníes tratarán de aprovechar la cita diplomática de Ginebra para resolver la crisis generada por la mal llamada “cara oculta” del programa nuclear. Estiman los observadores que los emisarios de Teherán estarían dispuestos a limitar el número de centrifugadoras en funcionamiento, así como la cantidad de uranio enriquecido. También se baraja la posibilidad de aceptar más misiones de verificación de la AIEA. Por su parte, Occidente ha elaborado una serie de propuestas concretas, más rígidas, que los iraníes podrían desestimar, pero que ofrecen como contrapartida el levantamiento progresivo de algunas sanciones aplicables al sector petroquímico y a las exportaciones de… oro. 

Del resultado de este regateo depende, en gran parte, el porvenir de las relaciones entre Irán  - un país aparentemente dispuesto a cambiar de rumbo - y las potencias occidentales.