miércoles, 4 de abril de 2012

Siria: la "última oportunidad"



“Dicen que esta es la última oportunidad que se le brinda al régimen de Damasco. Pero, ¿qué significa eso exactamente?”, pregunta ingenuamente el joven periodista. “La última oportunidad es lo que suelen decir los diplomáticos cuando carecen de argumentos convincentes”, responde su interlocutor, veterano corresponsal político “enganchado” a las crisis, golpes de estado, guerras civiles o conflictos regionales. “La última oportunidad…”



Sucedió el pasado fin de semana, en los pasillos de la conferencia de Amigos de Siria, celebrada en Estambul. La cumbre parecía mal encaminada. De hecho, la mayoría de los observadores habían vaticinado su fracaso. Sin embargo, los poderes fácticos del planeta Tierra lograron convertir el previsible fiasco en… moderado éxito.



Antes del inicio de las consultas, se barajaban distintas opciones, divergentes cuando no contradictorias. Arabia saudita y Qatar, que lideraban la línea dura del atomizado grupo árabe, parecían haberse decantado por la solución armada; armas para los rebeldes sirios, envío de tropas de interposición, intervención militar contra el ejército de Bashar el Assad desde las fronteras con Jordania y Turquía. Por su parte, el régimen de Ankara contemplaba una política de “mano dura” con el clan de los alauitas de Damasco. Turquía había hecho las paces con los sirios después de más de medio siglo de enfrentamientos, mas al tener que asumir el delicado papel de “ejemplo” ante las llamadas revoluciones árabes, se vio obligada a renunciar a la recién sellada alianza para distanciarse de cualquier foco de conflicto capaz de comprometer su imagen.



Los emisarios de las llamadas primaveras parecían, por su parte, propensos a exportar sus experiencias revolucionarias. Una opción esta poco viable; el régimen de el Assad cuenta – contaba con cimientos más sólidos que las dictaduras del tunecino Ben Ali o el egipcio Mubarak.



Los países occidentales ofrecieron la habitual muestra de democrática desunión. Mientras Norteamérica parecía empeñada en acabar cuanto antes con el gobierno autoritario de El Assad, los europeos, liderados por Francia, se decantaron por la vía humanitaria: cese de la violencia, envío de ayuda de emergencia, creación de pasillos humanitarios, negociaciones destinadas a facilitar la salida más o menos airosa del tirano y su sustitución por el Consejo Nacional Sirio, agrupación integrada por intelectuales exiliados, en su gran mayoría, en suelo… galo.



Armas, medicinas, sanciones, diplomacia… Golpe militar deseado o fomentado por algunos, golpe de palacio ideado por los servicios de inteligencia. Un caótico panorama que irritaba sobremanera a los ayatolás iraníes, aliados históricos de los alauitas. Un quebradero de cabeza para el ya de por sí poco estable Gobierno iraquí, preocupado ante la perspectiva de nuevos desequilibrios regionales.



Para Rusia y China -las dos grandes potencias que tratan de mantener o adquirir protagonismo en la zona- la situación resultaba extremadamente incómoda. El apoyo al régimen de Damasco les convertía en los “malos de la película”. Tampoco hay que extrañarse: el guión lo habían escrito autores transatlánticos, partidarios de regímenes islamistas “amigos”. ¿Amigos? Pero, ¿amigos de quién?



La cumbre de Estambul terminó echando leña al fuego de los rebeldes sirios. La última oportunidad se parecía, como dos gotas de agua, a otros espejismos; a los habituales espejismos generados por los conflictos que proliferan en Oriente Medio.



El rayo de luz o tal vez de sol (al shams- sol y también el nombre árabe de Damasco), apareció tras el final de las consultas, al anunciar el enviado de las Naciones Unidas y la Liga Árabe, Kofi Annan, la aceptación por parte de El Assad del plan de paz elaborado por el hasta ahora poco afortunado diplomático africano. En principio, Siria se compromete a llevar a la práctica las propuestas pacificadoras de Annan a partir de la próxima semana. ¿Será esta la última oportunidad? El que eso escribe difícilmente puede disimular sus reticencias.