viernes, 11 de noviembre de 2011

Vientos de cambio en la economía mundial


Las compañías transnacionales, que desempañan un papel clave en el desarrollo de la economía mundial, están controladas por un “pequeño y selecto” grupo de empresas radicadas en los países industrializados. Según un informe elaborado por los investigadores del Instituto Federal Suizo de Tecnología, un núcleo integrado por 147 empresas europeas, norteamericanas y japoneses controla el 40% de las actividades económicas de nuestro planeta. Se trata, en la mayoría de los casos, de institutos financieros y compañías de seguros, que supervisan, a través de inversiones selectivas, las actividades de las 43.060 principales corporaciones industriales del “primer mundo”.


Conviene señalar que los resultados de la encuesta no parecen haber sorprendido sobremanera a los expertos en macroeconomía, quienes estiman que el estudio ofrece “información muy valiosa” sobre la estabilidad a escala mundial, poniendo de manifiesto las ventajas, aunque también los inconvenientes de la actual arquitectura financiera global.


Sin embargo, hay quién cree que el actual sistema tiene los días contados, ya que el porvenir de la economía dependerá cada vez más de otros factores. Un estudio elaborado recientemente por Citigroup, la mayor compañía de servicios financieros, señala que dentro de cuatro décadas el panorama de las relaciones económicas y comerciales experimentará cambios espectaculares. Ello se debe, ante todo a la aparición de nuevos y dinámicos actores: los países emergentes.


Estiman los expertos de Citigroup que en 2015 los intercambios comerciales de China superarán la cifra global del comercio exterior estadounidense. Se calcula que en 2050 las exportaciones chinas representarán el 18,2% del comercio global, colocando al gigante asiático en la cabeza de las potencias comerciales.La India ocupará en segundo lugar, controlando el 9% de los intercambios, mientras que Estados Unidos tendrá que contentarse con el tercer puesto, realizando el 6,6% del comercio. Alemania será la cuarta potencia comercial; sus intercambios apenas alcanzarán un 3,5% del comercio mundial. Corea del Sur ocupará el quinto puesto con un 3,4%, seguida por Indonesia, con 3,1 %, Hong Kong, con 2,3%, Japón, con 2,7%, Singapur, con 2,4%. El Reino Unido quedará relegado en el décimo lugar, con un escaso 2,1 % del comercio.


Señalan los analistas financieros que la disminución de los intercambios comerciales internacionales se ha ido acentuando tras la quiebra, en 2008, del banco estadounidense Lehman Brothers. Sólo en 2010, el comercio ha registrado una caída del orden de 12,2%, incidiendo en mayor medida en las actividades económicas de los países europeos, seriamente afectados por la crisis de la deuda soberana. De todos modos, es obvio que el futuro de la economía y el comercio mundiales depende y dependerá cada vez menos de los “viejos” protagonistas: los países industrializados.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Y ahora, ¿a quién más bombardeamos?


Durante los primeros meses de la llamada “primavera árabe”, tanto los políticos occidentales como los integrantes del núcleo duro de la Administración Obama, coincidieron en reclamar una contrapartida generosa y razonable por parte de Israel. En resumidas cuentas, lo que reclamaba Occidente parecía relativamente sencillo: esperaba que “establishment” de Tel Aviv trate de amoldarse a las nuevas realidades de Oriente Medio, al nuevo panorama geopolítico emanante de los cambios registrados en Túnez y Egipto, de los movimientos de protesta de Yemen y Jordania, de Marruecos y Siria. Una invitación ésta a la que los políticos hebreos contestaron con su habitual cinismo: “Esperad a ver la resurrección del islamismo radical”. Sin embargo, para las Cancillerías occidentales la argumentación israelí parecía poco convincente. Y aún más, después de la caída de Gadafi y la necesidad de buscar una respuesta válida y contundente a la sangrienta represión ejercida por el “hombre fuerte” de Damasco: Bashar el Assad.


En resumidas cuentas, Occidente le pidió a Israel comprensión, paciencia, moderación. Pero sucedió lo que todos esperábamos: el Gabinete Netanyahu optó por resucitar los viejos fantasmas del Holocausto y la destrucción del Estado judío. El enemigo: el régimen islámico de Teherán, acusado por Tel Aviv de llevar a cabo un maquiavélico programa nuclear destinado a convertir el país de los ayatolás en una potencia regional dotada de armas atómicas. Ficticia o real, la amenaza empezó a perfilarse hace una década, cuando el entonces Primer Ministro israelí, Ariel Sharon, exigió al Presidente Bush “luz verde” para bombardear las instalaciones nucleares iraníes. Sharon tropezó, sin embargo, con el veto de la Casa Blanca. Washington había colocado demasiados peones en el tablero de Oriente Medio. Un operativo militar contra Irán podía haber provocado el descalabro de los proyectos estadounidenses en la región.


Esta semana, el Primer Ministro israelí volvió a anunciar la inminencia de un ataque preventivo contra los reactores nucleares persas. Esta vez, al “halcón” Netanyahu se le suma el titular de Defensa, Ehud Barak, el político laborista que heredó el poco apropiado apodo de “Pacificador”. Como tal, Barak puede enorgullecerse de haber acelerado colonización de Cisjordania y la expropiación de propiedades árabes en Jerusalén Este. El extraño tándem parece decidido a actuar con o sin el beneplácito de los Estados Unidos, con o sin el apoyo de las fuerzas de la OTAN. Una iniciativa que comparte el ministro de Asuntos Exteriores, el radical Avigdor Lieberman.


Recuerdan los estrategas que tanto Israel como Irán cuentan con los mejores ejércitos de la zona, que ambos disponen de misiles de medio alcance, de una fuerza aérea dotada de varios centenares de cazas (unos 460, en el caso de Israel y alrededor de 340 en el de Irán). Y aunque el Estado judío tiene una población de 7 millones y la República Islámica cuenta con 75 millones de habitantes, los efectivos de ambos superan el medio millón de hombres.


Cabe suponer que las autoridades hebreas esperen la publicación, el próximo día 8, del último informe sobre el desarrollo del potencial nuclear iraní elaborado por los expertos del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) para justificar su decisión de actuar contra el rival nuclear en ciernes. Cabe esperar que en la próxima cumbre Estados Unidos – Unión Europea, que tendrá lugar en Washington el 28 de noviembre, el inquilino de la casa Blanca, crecido por el “éxito” de la operación militar contra Libia y aparentemente más preocupado por la necesidad imperiosa de incrementar su cuota de popularidad en los Estados Unidos antes de las elecciones de 2012, no pregunte eufóricamente a sus interlocutores: “Y ahora, ¿a quién más bombardeamos?”