sábado, 11 de diciembre de 2010

BalkanLeaks - desafío de los periodistas búlgaros


Un equipo de periodistas búlgaros ha decidido seguir el ejemplo de WikiLeaks, creando el portal de información confidencial BalkanLeaks.
En las últimas 48 horas, la página ha publicado varios documentos oficiales, entre los que figuran las actas top secret de algunas comisiones del Parlamento búlgaro, detalles sobre la firma de contratos para el suministro de energía, informes de la Agencia Estatal para la Seguridad Nacional y de la Unidad de Lucha contra el Crimen Organizado.
BalkanLeaks trata de “tranquilizar” a los futuros colaboradores potenciales, comprometiéndose a preservar su anonimato. De hecho, el portal utiliza, al igual que WikiLeaks, el sistema de ordenadores TOR, difícilmente localizables por los servicios especiales.
Los fundadores de BalkanLeaks se han fijado como objetivo “promover la transparencia informativa y denunciar los lazos entre el crimen organizado y la corrupción política en los países balcánicos”.
“Sabemos que no estamos solos; hay mucha gente dispuesta a cambiar la faz de los Balcanes, que está preparada a aceptar este desafío”, señalan los promotores del proyecto.
De momento, resulta difícil acceder a BalkanLeaks a través de los servidores comerciales de algunos países de la UE, España incluida.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Harry Potter para necrófilos


El ayuntamiento de Ramle, una pequeña aldea árabe situada en territorio israelí, a pocos kilómetros del aeropuerto internacional de Tel Aviv, ha encontrado una inesperada fuente de ingresos. Se trata de la… ¡tumba de Harry Potter! No, desengáñese estimado lector; J.K. Rowlings no mató a su simpático héroe. Sin embargo, los restos mortales del auténtico Harry Potter, súbdito de Su Graciosa Majestad, descansan en tierra palestina desde 1939.
La historia resulta un tanto rocambolesca. El soldado Harry Potter, perteneciente al regimiento Worchestershire del ejército británico acantonado en Palestina hace más de 80 años, falleció el 22 de julio de 1939 en acto de servicio, luchando contra una banda de malhechores en las inmediaciones de Tel Aviv. Poco se sabe de aquél enfrentamiento. En los archivos ingleses no figura la identidad de los presuntos “criminales”. Lo cierto es que Harry fue enterrado con todos los honores en el cementerio militar de Ramle, junto a otros compañeros que defendían “la paz y el orden” en el territorio administrado desde finales de la década de los 20 por el Reino Unido.
Lo que sí sabemos es que el soldado Potter murió a la edad de 18 años, pues logró alistarse con sólo 17 en el ejército de Su Majestad, engañando ¡ay, qué poco fair play! a los oficiales de la oficina de reclutamiento.
También nos consta que el municipio de Ramle decidió aprovechar al máximo esa coincidencia de nombres para fomentar el turismo. De hecho, desde el macabro descubrimiento, el cementerio militar se ha convertido en el polo de atracción del turismo local e… internacional.
Detalle interesante: la aldea árabe cuenta también con un importante sitio arqueológico. Pero al parecer, la Historia “vende” menos que la Ficción. El “necroturismo” se está convirtiendo en el maná de una sociedad adicta a la cultura virtual. ¿Cultura?

viernes, 19 de noviembre de 2010

Israel: la moratoria más costosa


Hace un par de años, cuando Barack Hussein Obama asumió el cargo de Presidente de los Estados Unidos, decidió incluir en su lista de prioridades políticas la solución del conflicto de Oriente Medio. Una tarea sumamente difícil, si nos remitimos a los fracasos de otros estadistas norteamericanos que trataron, con la mayor buena fe o la máxima firmeza, acabar con el complejo conglomerado de problemas políticos, religiosos, étnicos o territoriales que oponen desde hace casi un siglo a las dos comunidades de pobladores de Palestina-Israel-Tierra Santa.
Los roces entre árabes y judíos se registraron ya en la segunda década del siglo pasado, cuando los oligarcas palestinos detectaron los primeros síntomas de colonización de las tierras administradas durante siglos por el sultán de Constantinopla. Curiosamente, la cohabitación forzosa, impuesta por los emisarios de la Sublime Puerta, dejó paso a una política de odio racial, fomentada por los funcionarios del servicio exterior británico encargados de administrar Palestina tras la caída y el desmembramiento del Imperio Otomano. Los ingleses se guiaban por la vieja máxima divide y reinarás. El final del mandato de Londres coincidió con el estallido de la primera guerra israelo-árabe, con el inicio de un conflicto armado que las grandes potencias de la postguerra fueron incapaces de gestionar. En efecto, hasta finales de la década de los 80, americanos y soviéticos compitieron en la búsqueda de “soluciones viables” susceptibles de poner punto final al conflicto intercomunitario. Sin embargo, los contrincantes – israelíes, árabes y palestinos – optaron por rechazar sistemáticamente sus propuestas. Todas o casi todas: los Acuerdos sellados en Camp David en 1978 y la Declaración de Principios de 1993, negociada discretamente en Oslo, parecían abrir la vía al diálogo entre hebreos y musulmanes.
Sin embargo, la invasión del Líbano (1982) y la llegada al poder de la derecha israelí (1997) tras el asesinato de Itzak Rabin, lograron acabar con las falsas esperanzas. Durante décadas, los palestinos recordaron las matanzas perpetradas en los campamentos beirutíes de Sabra y Shatila por las milicias cristianas libanesas con el beneplácito del entonces Ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, o la sensación de estrangulamiento impuesta por el establishment de Tel Aviv a los habitantes de Gaza y Cisjordania en la década de los 90.
Hay quien dice que Yasser Arafat cometió un grave error político al no proclamar la independencia de Palestina en 1999 ó 2000. Aparentemente, el raís estaba empeñado en buscar un… consenso.
Lo que sucedió después es harto conocido. Los sucesivos Gobiernos israelíes – tanto laboristas como conservadores – idearon un sinfín de maniobras dilatorias, basándose en la supuesta “irrelevancia” o “insolvencia” de los políticos palestinos. Durante los largos paréntesis de silencio, los gobernantes judíos aceleraron la colonización de los territorios ocupados, tratando de imponer a la comunidad internacional la política de los hechos consumados.
La reciente decisión del Gabinete Netanyahu de poner fin a la moratoria en la construcción de asentamientos provocó un fuerte malestar en la Casa Blanca. Para el 44º Presidente de los Estados Unidos, ello presupone una derrota personal. Washington recurrió, pues, por la estrategia de los parches diplomáticos con tal de no perder la cara. A cambio de una nueva moratoria de 90 días, la Secretaria de Estado Hilary Clinton se comprometió a regalar a los israelíes una veintena de aviones F-35, vetar toda resolución de las Naciones Unidas que avale el derecho de los palestinos a proclamar la independencia y permitir la colonización a pasos agigantados de Cisjordania si, al cabo de los tres meses de tregua, no se llega a acuerdos con los negociadores palestinos. Un precio éste demasiado elevado, que ningún Presidente estadounidense se habría comprometido a pagar.
Alguien me preguntó el otro día si, a mi juicio, israelíes y palestinos serían capaces de aprovechar estos 90 días para… hacer las paces. ¿Una proeza? ¿Un milagro? Tuve que recordarle a mi interlocutor que el conflicto étnico-territorial-religioso se remonta a las guerras entre hebreos y filisteos, a la “conquista” de la Tierra de Canaán por las tribus de Israel. Dicho esto, estimo que los comentarios sobran. Por superfluos…

viernes, 12 de noviembre de 2010

Los cristianos de Oriente: entre la cruz y Al Qaeda


Los sangrientos ataques perpetrados en las últimas semanas contra miembros de la comunidad cristiana iraquí vuelven a poner de manifiesto el radicalismo y la intransigencia de Al Qaeda, cuyos cabecillas evocan abiertamente la necesidad de expulsar a los “herejes cristianos” de las tierras del Islam. Curiosamente, ello sucede en un país donde la discriminación religiosa estaba vetada por un conjunto de leyes sobre la “igualdad de las minorías étnicas”, promulgadas por el régimen laico de Saddam Hussein.
Conviene recordar que, durante siglos, las provincias que conforman el Irak moderno fueron pobladas por distintas comunidades cristianas. De hecho, la mayor parte de los cristianos iraquíes pertenece al grupo los asirios, que abrazó la fe de Cristo en los siglos 2º y 3º de nuestra era. La segunda comunidad por orden de importancia está integrada por los caldeos, étnia de cultura y expresión árabes. Menos numerosos son los siriacos ortodoxos y católicos, los armenios y los católicos romanos.
La relación de los cristianos y, ante todo, de la comunidad asiria con la rama iraquí de la monarquía hachemita que reinaba en Bagdad acabó generando la desconfianza y la ira de los musulmanes, tanto sunitas como chiitas. Durante los 35 años de gobierno del Partido Ba’az, los cristianos residentes en las zonas urbanas llegaron a ocupar puestos clave en los Gobiernos de Saddam Hussein y/o amasar grandes fortunas en el mundo de los negocios. ¿La procedencia del dinero? Las transacciones lícitas e ilícitas de la camarilla de Saddam, así como la corrupción reinante a todos los niveles de la Administración del Estado.
La violencia contra los cristianos volvió a desencadenarse a partir de 2004, tras la ocupación del país por las tropas de la coalición pro-occidental. Durante los primeros disturbios registrados en el barrio cristiano de Al Dora, los sunitas lanzaron un ultimátum a los pobladores: convertiros al Islam en un plazo de 24 horas o abandonad el país. Tres años más tarde, más de dos tercios de la población cristiana se había marchado Bagdad. Lo mismo sucedió en Mosul y Kirkuk, baluartes kurdos situados en el Norte del país. Los ataques contra los cristianos fueron perpetrados por las milicias sunitas y chiitas, por integrantes del Ba’az o grupúsculos de Al Qaeda, a los que se sumaron numerosa organizaciones criminales.
Huelga decir que la persecución de las comunidades cristianas no se debe sola y únicamente a la actitud más que benévola de las tropas occidentales para con esta minoría; también entran en liza algunos incidentes acaecidos fuera de la región. Las caricaturas que ridiculizaban al profeta Mahoma, publicadas en Europa en 2005 o las desafortunadas declaraciones del Papa Benedicto XVI sobre el Islam y los musulmanes de 2006, desembocaron en una serie de incidentes protagonizados por radicales islámicos y miembros de la comunidad asiria. Los intentos de crear una región autónoma cristiana en la planicie de Nínive fracasaron, pese a que el artículo 125 de la nueva Constitución iraquí garantiza los “derechos administrativos y políticos de las (distintas) nacionalidades”.
El pasado mes de junio, un grupo integrado por 76 líderes cristianos y representantes de otras etnias lanzó un llamamiento a favor de la protección de las minorías. Sin embargo, los derechos de la minoría cristiana siguen siendo violados sistemáticamente.
Pero el malestar viene de más antiguo. Desde la caída del Imperio otomano, en la década de los 20 del siglo pasado hasta los años 50, las comunidades cristianas protagonizaron la llamada “emigración política”, flujo migratorio resultante de los brotes de nacionalismo radical que acompañaron la creación de los Estados-nación en distintas regiones del ya desaparecido imperio.
Irak no es el único país musulmán sometido a la presión social de los islamistas. En los Territorios Palestinos sólo quedan 50.000 cristianos, es decir, un escaso 3 por ciento de la población. En 1920, había en Turquía más de 2 millones de cristianos. Actualmente, apenas quedan 200.000.
La situación es idéntica en la casi totalidad de los países árabes o musulmanes del contorno mediterráneo. ¿Pura casualidad o… sonada victoria de los radicales de Al Qaeda?

viernes, 5 de noviembre de 2010

Alemania: la diplomacia y el Holocausto


“Aquí no ha pasado nada”, “no sabíamos nada”, “nosotros no colaboramos con el régimen”. Estas han sido, durante décadas, las respuestas de los alemanes, de muchos alemanes a las insistentes preguntas de los extranjeros acerca de la participación de los germanos en los crímenes perpetrados por el terror pardo instaurado por los nazis.

Curiosamente, después de 1945 en Alemania no se hallaban siquiera las huellas de los antiguos miembros del Partido Nacionalsocialista, de los miembros de las SS, de los verdugos de los campos de concentración o de exterminio, de los cómplices de la barbarie hitleriana. Extraño fenómeno de amnesia colectiva, que ocultaba un generalizado complejo de culpabilidad. Con el paso del tiempo, empezaron a circular leyendas sobre los llamados núcleos de resistencia anti-nazi, sobre la moderación o la actitud crítica de algunos de los jefes de los servicios de inteligencia, de algunas dependencias oficiales del Tercer Reich. Se habló concretamente de la postura muy independiente de algunos miembros del servicio exterior, “detractores” de la política nacionalsocialista. Pero el mito se derrumbó la pasada semana, cuando una comisión de historiadores dirigida por Eckart Conze e integrada por expertos alemanes, norteamericanos e israelíes entregó al titular de Exteriores, Guido Westerwelle, un informe de 900 páginas sobre la responsabilidad de la diplomacia alemana en el Holocausto. El documento, encargado en 2005 por el entonces responsable de la diplomacia de Bonn, Joshka Fisher, no deja títere con cabeza. En efecto, los historiadores estiman que la totalidad del servicio exterior estuvo involucrada en el Holocausto. ¿Ejemplos concretos? El estudio cita el caso de Werner von Bargen, alto cargo nazi que organizó la deportación de los judíos belgas, quien fue reintegrado en el Ministerio de Asuntos Exteriores en 1954 y nombrado poco después embajador en Irak. Al alcanzar la edad de jubilación, von Bargen fue condecorado con la Orden Federal de Merito. ¿Simple excepción? ¿Accidente histórico? No, en absoluto. También se da el caso de otro miembro de la carrera diplomática, destacado en Belgrado, que presenta una nota de gastos ocasionados por el Exterminio de los judíos. Más claro…

Señalan los autores del informe que en marzo de 1952, 49 de los 75 directores de la Cancillería eran antiguos miembros del Partido Nacionalsocialista. No hay que extrañarse, pues, al comprobar que las candidaturas de antiguos oponentes del régimen hitleriano fueron rechazadas por el departamento de personal del Ministerio.

Pero la presencia de los antiguos nazis en la administración del Estado no se limitaba al servicio diplomático. Llama la atención la actividad paralela de la llamada “célula de protección jurídica”, creada para defender los intereses de los prisioneros de guerra alemanes en el extranjero, que se había convertido en un órgano de inteligencia que facilitaba información a los antiguos criminales de guerra. El jefe de este departamento, Hans Galwik, antiguo fiscal nazi, ayudo a muchos correligionarios expatriados. De este modo, Klaus Barbie y Kurt Lishka recibieron información detallada sobre los países que no los habían colocado en la lista de los asesinos con orden de búsqueda y captura, de lugares donde no corrían el riesgo de ser extraditados.

¿Estaban al tanto de ello los antiguos jefes del servicio diplomático de Alemania occidental? Curiosamente, el Ministro de Exteriores, Willy Brandt, participó en el homenaje a un antiguo juez nazi, responsable de la muerte de 900 personas. Según su correligionario socialdemócrata y sucesor en el cargo, Frank-Walter Steinmeier, en la época de Brandt la cuestión de los criminales nazis no era un asunto prioritario.

Conviene recordar que ya en 1952 el Canciller federal Konrad Adenauer, primer jefe de la diplomacia alemana después de la Segunda Guerra Mundial, abogó en pro del nombramiento de profesionales cualificados en el servicio exterior, empleando las siguiente palabras: “no se puede reconstruir el Ministerio de Asuntos Exteriores sin contar en los puestos de dirección con profesionales que conozcan la historia; ello significa que es preciso acabar con la mini-caza de los nazis”.

El informe redactado por la comisión de historiadores pone en tela de juicio el “buenismo” de los padres de la democracia germana. Si bien los nazis de la época hitleriana han muerto, actualmente aflora en el Viejo Continente una extrema derecha que hace suyo el ideario de los regímenes autoritarios de los años 30. Y ¿aquí no ha pasado nada?

sábado, 23 de octubre de 2010

"A mares revueltos..."


La batalla por la seguridad energética de Occidente ha convertido la región del Mar Negro en uno de los lugres más codiciados del planeta, donde rusos, americanos, europeos y asiáticos se libran una guerra sin cuartel por cada palmo de terreno. No; en este caso concreto, se trata de proteger los yacimientos de oro negro o de gas natural, auténticos tesoros que encierra el subsuelo de los nuevos Estados independientes de Asia Central, sino de hallar la ruta más segura para el transporte de los recursos energéticos hacia la vieja Europa. Hasta ahora, dos gigantescos proyectos enfrentaban a los grandes de este mundo: el South Stream, ideado y patrocinado por la petrolera rusa Gazprom y el consorcio italiano ENI y el Nabucco, oficialmente capitaneado por un consorcio germano-austríaco, que cuenta con el aval de los politólogos y los economistas norteamericanos y… comunitarios. En ambos casos, se trataba de buscar trayectos alternativos, capaces de eludir el territorio de Ucrania, país cuyos enfrentamientos con la Federación rusa provocó espectaculares “conflictos energéticos” que afectaron tanto a los Estados de Europa Oriental (Rumanía, Bulgaria, Polonia), como a los clientes occidentales de Moscú (Austria, Alemania, etc.)

Mientras el proyecto South Stream contempla el transporte de gas natural desde Siberia a Grecia e Italia a través de gasoductos submarinos que cruzan el Mar Negro, su competidor Nabucco apuesta por el traslado de la producción de Asia Central y el Mar Caspio, hacia Europa, atravesando el territorio de Turquía. Esta opción estratégica, avalada por poderosísimos grupos de presión anglosajones, pretende evitar el territorio ruso, garantizando la seguridad de los suministros energéticos de Occidente. Curiosamente, los antiguos miembros del Pacto de Varsovia – Bulgaria, Rumanía, Hungría – optaron por participar en ambos proyectos. El temor a los “duros inviernos” de mediados de la década obliga a los gobernantes de los antiguos paraísos socialistas a apostar por todas y cada una de las opciones existentes.

Pero hay más: a la ya de por sí complejísima batalla entre los grandes de la energía se sumó a finales del verano un tercer protagonista: se trata de la iniciativa AGRI, potenciada por los jefes de Gobierno de Azerbaiyán, Georgia y Rumanía, que prevé la exportación de gas natural azerí hacia Europa a través del puerto rumano de Constanza. Un proyecto muy ambicioso, que contempla el transporte del gas hacia la región costera de Rumanía –Estado miembro de la UE- donde se instalarían modernísimas refinerías. El coste de este ejercicio ascendería a unos 5.000 millones de dólares, cantidad prohibitiva para los actuales promotores de la iniciativa. Los analistas estadounidenses señalan, por su parte, que se trata más bien de un proyecto político, que carece, hoy por hoy, de viabilidad económica. De hecho, las autoridades de Ankara no tardaron en manifestar su rechazo frontal a la iniciativa azerí.

Ni que decir tiene que la multiplicación de las llamadas opciones geoestratégicas perjudica seriamente los intereses de las potencias hegemónicas del Mar Negro: Turquía y Rusia, relegadas en un segundo plano por los nuevos duendes encargados de velar por la seguridad energética de Occidente.

“Eso se parece cada vez más a una película del Oeste”, confesaba recientemente un veterano diplomático centroeuropeo, fundador de una de las mayores empresas de consultoría que se disputa los favores de los gobernantes de la región. “Sólo faltaría que los iraníes traten de sumarse a este disonante concierto”, añade. Lo cierto es que los emisarios de Teherán están llevando a cabo discretísimas consultas con las autoridades alemanas. Tampoco hay que extrañarse: la “relación especial” entre persas y germanos se remonta a las primeras décadas del siglo XX.

Ante el desconcierto general, los ayatolás han decidido jugar la baza de “a mares revueltos...”.

viernes, 8 de octubre de 2010

Rumanía: la nostalgia del pasado


Rumanía es, junto con Grecia, uno de los países comunitarios peor gestionados. Según los expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el país carpático tiene pocas probabilidades de salir de la profunda crisis económica en la que está inmerso en los próximos 2 a 3 años. Es lo que se desprende de las últimas proyecciones económicas del FMI, publicadas en vísperas de la reunión anual de los principales organismos financieros – Fondo Monetario y Banco Mundial – que se celebrará en Washington este fin de semana.
Las medidas de austeridad anunciadas en los últimos meses por el Gabinete de centro-derecha de Traian Basescu – reducción de los sueldos de funcionarios públicos, disminución de las pensiones, incremento de los impuestos directos e indirectos, etc.- han provocado una auténtica oleada de manifestaciones de protesta, organizadas por los sindicatos, las fuerzas de orden público, los jubilados, las agrupaciones independientes. Fue este el peor momento para idear y llevar a cabo un sondeo sobre la implicación de la opinión pública rumana en la vida política y la evaluación a posteriori del sangriento régimen comunista de Nicolae Ceausescu, derrocado en diciembre de 1989.
La encuesta, patrocinada por el Instituto para el Estudio de los Crímenes del Comunismo y la Memoria del Exilio Rumano, revela, en efecto, que para el 47 por ciento de la población el comunismo era un proyecto válido, que falló por culpa del… factor humano encargado de llevarlo a la práctica. Más aún, un 14 por ciento no critica siquiera los métodos empleados para la “materialización” del sistema socialista, mientras que un 27 por ciento considera que la idea en sí era errónea.
Para los desempleados, el sistema comunista tenía la “ventaja de eliminar la desocupación”, ofreciendo empleos estables. En este caso concreto, el porcentaje de nostálgicos es superior al 62 por ciento. Un 8 por ciento de los encuestados añora las “condiciones de vida decentes” que brindaba el antiguo régimen; un 5 por ciento estima que el comunismo ofrecía más igualdad social, mientras que un escaso 4 por ciento asegura que, dentro de todo, el marxismo era un… “buen sistema”. Sin embargo, el 69 por ciento denuncia la falta de libertad imperante en las llamadas “democracias populares”.
Mientras un 79 por ciento de los rumanos asegura que no ha padecido directamente los efectos del régimen comunista, el 47 por ciento asegura que el gobierno de Ceausescu se caracterizó por una elevada tasa de pobreza, escasez de alimentos y servicios públicos eficientes. Un 11 por ciento denuncia la confiscación de los bienes; un 6 por ciento, las detenciones; un 4 por ciento, la falta de libertades individuales; un 2 por ciento, las persecuciones políticas y un escaso 1 por ciento, la ausencia de perspectivas de desarrollo profesional.
Finalmente, conviene señalar que un tercio de los rumanos aprueba la gestión de Nicolae Ceausescu, mientras que un 15 por ciento estima que su política perjudicó los intereses del país. Para la mayoría - un 46 por ciento – el Gobierno del dictador “no fue ni bueno ni malo”.
El revelador sondeo pone de manifiesto las lagunas de un proceso de transición política excesivamente rápido, durante el cual se hizo caso omiso de un factor clave: la necesidad de potenciar el desarrollo del tejido social del país. En este contexto, el salto hacia la economía de mercado ha resultado demasiado costoso.
“Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, decía Carlos Marx. Pero no cabe la menor duda de que los rumanos se merecen algo mejor.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El "enemigo" está en casa


Radicales islámicos formados y entrenados en los Balcanes podrían trasladarse fácilmente a Europa occidental a partir del primer semestre de 2011, es decir , tras la ampliación del “espacio Schengen” a los últimos Estados que ingresaron en la Unión Europea – Bulgaria y Rumanía.
La advertencia llega a través de máximos exponentes políticos y religiosos de Bulgaria y Macedonia, quienes denuncian la presencia de grupúsculos integristas agresivos en el llamado “triangulo fundamentalista” establecido en los confines de Macedonia, Bosnia y Bulgaria por emisarios del wahabismo saudí. La noticia saltó a la palestra hace unos días, tras la difusión en Internet de una película mostrando a musulmanes albaneses en un homenaje a… ¡Osama Bin Laden! Sin embargo, las comunidades islámicas de la zona aseguran que los radicales saudíes llevan más de una década en los Balcanes, dedicándose a la formación de núcleos fundamentalistas.
Jakúb Selimovski, responsable de los programas de estudios religiosos de la comunidad musulmana Macedonia, se trata de un asunto grave. “Es sólo la punta visible del iceberg”, señala, denunciando, no sin reparos las luchas intestinas en el seno de la comunidad entre la tradicional corriente moderada y el ala radical – “wahabita” – que trata de apoderarse de las instituciones islámicas.
Aunque la aparición de los radicales indoctrinados por emisarios de la corriente ultraconservadora saudí se remonta a más de una década, la proliferación de los grupúsculos wahabitas en los Balcanes no parece haber inquietado sobremanera a las autoridades bosnias, primer país-refugio del núcleo duro de la hornada integrista. Con el paso del tiempo, los “instructores” saudíes se fueron trasladando a la vecina Macedonia, antes de penetrar en Bulgaria, país miembro de la UE, donde la sexta parte de la población profesa la fe islámica.
Oficialmente, las autoridades de Macedonia niegan la existencia de esos grupúsculos, muy activos - según los informes elaborados por los servicios de inteligencia occidentales - en Bosnia, Kosovo, Serbia y Croacia.
Por su parte, el ex Gran Muftí de Bulgaria, Nedim Gendzhev, recuerda que ya en la década de los 90 grupos musulmanes “extranjeros” financiaron la construcción de 150 mezquitas en suelo búlgaro. Asegura el líder religioso que, en realidad, se trataba de crear centros de formación coránica controlados por los saudíes. Pero hay más: los politólogos búlgaros revelan la existencia y funcionamiento en el país de siete escuelas coránicas “clandestinas”, no inscritas en los registros de los Ministerios de Educación y Cultos o Interior. En los últimos 20 años, pasaron por estos centros de formación religiosa más de 3.000 jóvenes musulmanes.
En Serbia, la Justicia condenó el año pasado una docena de militantes wahabitas de la región de Sandjak a penas de 13 años de cárcel. Se les acusaba de preparar un atentado contra la embajada de los Estados Unidos en Belgrado. En Bosnia, mientras el Islam oficial niega la existencia de grupúsculos radicales de corte saudí, la comunidad serbia no disimula su preocupación ante los brotes de radicalismo wahabita. Mientras, la comunidad musulmana asegura que los integristas no lograron apoderarse de las estructuras oficiales.
En resumidas cuentas, mientras la case política de Tel Aviv trata de persuadir a Occidente que el verdadero peligro islámico proviene del Irán chiíta, los países de la UE acaban de descubrir, a su gran asombro, una amenaza mucho más cercana: la presencia del Islam radical en los Balcanes. El enemigo está en casa…

viernes, 17 de septiembre de 2010

Turquía: ¿entre Europa y la “república islámica”?


El Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, logró un sólido apoyo popular para el proyecto de reformas aprobado en consulta popular el pasado fin de semana. El efecto, el 58 por ciento de los votantes se pronunció a favor de los cambios constitucionales sugeridos por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), agrupación político-religiosa cuyo programa de gobierno hecho público antes de las elecciones generales de 2002 propugna la “remusulmanización de Turquía y la islamización de la diáspora residente en Occidente”. Curiosamente, los detractores de la opción ideológica defendida por Erdogan no escatiman esfuerzos para denunciar, véase condenar, la llamada “agenda oculta” de los islamistas turcos, dispuestos, según ellos, a convertir el país en… ¡una república islámica! Pero los partidarios del AKP insisten: “no hay conjura ni proyecto secreto; el programa de gobierno es transparente”.
Conviene recordar que el país otomano, eterno candidato al ingreso en la Unión Europea (uno de los más antiguos, por cierto, ya que los gobernantes de Ankara iniciaron las maniobras de acercamiento a las instituciones de Bruselas en… 1964) cuenta con un sinfín de detractores en el seno de la clase política europea. Si para el establishment de centro-derecha (conservadores, liberales, democristianos) la adhesión de Turquía no es deseable, por tratarse de un país… ¡musulmán! con una población de más de 70 millones, los partidos de izquierdas (socialdemócratas, socialistas, ecologistas, comunistas) alegan que los turcos siguen sin cumplir los requisitos básicos de las democracias occidentales: respeto de los derechos humanos, reconocimiento de la identidad de las minorías étnicas (léase, la poco minoritaria minoría kurda, que aglutina a 15 millones de personas). Los indecisos, que también los hay, se limitan a afirmar rotundamente “¿Turcos en la Unión Europea? ¡Jamás!”. Es una reacción visceral; los indecisos son incapaces de formular una respuesta coherente. Y es que en este caso concreto, los indecisos parecen muy… decididos.
Entre los 26 cambios constitucionales aprobados el pasado fin de semana destacan: la protección legal de los niños, huérfanos y viudas, la ampliación de los derechos laborales y sindicales de los funcionarios públicos, la modificación de las estructuras del Tribunal Constitucional y el Superior del Poder Judicial, la abrogación de la normativa legal que garantizaba la inmunidad de los militares artífices del golpe de Estado de 1980, la autoridad de los tribunales civiles a la hora de juzgar delitos perpetrados por miembros de las Fuerzas Armadas, etc.
Aunque la mayoría de los cambios van en “la buena dirección” (Bruselas dixit), algunos analistas estiman que el conjunto de medidas propuestas por el actual Gabinete de corte islámico puede interpretarse como un duro golpe contra las estructuras kemalistas de la República Turca, un intento de acabar con el sistema introducido por Kemal Atatürk en 1923 y con las correspondientes “válvulas de escape” que garantizan las estructuras laicas del Estado. Pero de ahí hasta resucitar el fantasma de la “república islámica” hay un verdadero abismo.
En los últimos años, el autor de estas líneas ha tenido ocasión de entrevistar a numerosos personajes públicos del país otomano, de contrastar sus pareceres respecto a este “Estado dentro del Estado” que es, para algunos, la cúpula castrense turca. “Hay que conseguir que los militares accedan en compartir en poder con los civiles”, confesaba un alto cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores turco encargado de las negociaciones con Bruselas. “Por favor, que los europeos no toquen a nuestras Fuerzas Armadas. Hoy por hoy, los militares son el único estamento organizado, disciplinado, coherente, capaz de llevar a cabo una política basada en los intereses de Estado”, afirmaba el director de uno de los más prestigiosos centros de estudios sociales, un politólogo formado en las universidades occidentales. Opiniones para todos los gustos...
La victoria de Erdogan, aplaudida en Bruselas, ha polarizado a la sociedad turca. Mientras la mitad de la población estima que Turquía conserva la voluntad y la esperanza de lograr su meta: el ansiado ingreso en el concierto de las democracias occidentales, la otra mitad teme que los cambios de hoy podrían abrir la vía a otras reformas, menos amables, vinculadas a la “agenda oculta” de los islamistas del AKP. Mientras, los detractores del sueño europeo de los 72 millones de otomanos, prefieren concederle a Erdogan el… ¡beneficio de la duda! Los comentarios sobran.

sábado, 11 de septiembre de 2010

11 - S ¿Lucha contra el terrorismo o guerra contra el Islam? (II)


Una escueta y ambigua noticia sobre la supuesta profanación del Corán en la base estadounidense de Guantánamo en Cuba, convertida a partir de enero de 2002 en campo de detención de los supuestos radicales islámicos capturados durante la guerra de Afganistán fue, al menos aparentemente, el detonante de una espectacular campaña de protesta contra los Estados Unidos. Los disturbios tuvieron como punto de partida la aún convulsa Afganistán, expandiéndose como una bola de nieve, a Indonesia y Pakistán, la Franja de Gaza y los Emiratos del Golfo.
La información, publicada por el prestigioso semanario norteamericano "Newsweek" en su edición del 9 de mayo, alude a un opaco episodio según el cual, algunos oficiales encargados de interrogar a los islamistas afganos y paquistaníes habrían tirado páginas del Corán en los retretes de la prisión, tratando de humillar a los presos y provocar su confesión.
La violenta reacción suscitada por la noticia sigue causando quebraderos de cabeza en los despachos oficiales de Washington. La Administración Bush, acusada en reiteradas ocasiones de fomentar por ignorancia, equivocación u omisión, un conflicto de civilizaciones, se ha visto obligada a defender públicamente los valores del Libro de los musulmanes, sabiendo positivamente que la tormenta desencadenada por el semanario neoyorquino en tierras del Islam podría tener efectos molestos y prolongados. Aunque "Newsweek" haya decidido pedir disculpas a sus lectores por el "error cometido", el debate sobre la difícil convivencia entre Islam y Occidente sigue abierto.
En realidad, la información reproducida por el semanario sirvió para reavivar la frustración de las masas árabes, persuadidas de que los ataques del 11-S constituyeron una respuesta a la falta de voluntad política de las sucesivas administraciones norteamericanas de buscar, hallar e imponer una solución válida al conflicto palestino-israelí.
Los musulmanes acusan a los gobernantes estadounidenses de dejadez y partidismo. A finales de 2001, un exhaustivo estudio elaborado por el Departamento de Sociología de la Universidad de Harvard ponía de manifiesto que el 70 por ciento de los habitantes de Oriente Medio considera que la cuestión palestina representa la mayor fuente de frustración para el conjunto de los musulmanes. En este contexto, la argumentación de Osama Bin Laden (ocupación de las tierras del Islam por "cruzados" - léase cristianos - y "judíos" - israelíes) encuentra un excelente caldo de cultivo en el seno de la comunidad nacional árabe. Y ello, por la sencilla razón de que los pobladores de los países islámicos - sean estos musulmanes o cristianos - no ocultan su rechazo a las humillaciones, la incomprensión y la arrogancia de Occidente.
Una sensación esta que se ha ido acentuando después de las declaraciones formuladas por el presidente norteamericano, George Bush, el 12 de septiembre de 2001, cuando el inquilino de la Casa Blanca anunció el inicio de una "guerra global contra el terrorismo". Sin embargo, los árabes parecen desconcertados: ¿Lucha contra el terrorismo o guerra contra el Islam? ¿Propuestas de democratización del"Gran Oriente Medio" o simples designios neocolonialistas?
En los últimos meses, la Administración estadounidense trató por todos los medios de centrar su interés en la convulsa región de Oriente Medio, esbozando una serie de propuestas para la modernización de la sociedad árabe-musulmana. Pero la mayoría de los gobernantes árabes acogió con escepticismo dichas iniciativas, alegando que se trataba de soluciones impuestas desde el exterior, es decir, que hacen caso omiso de la idiosincrasia islámica. Curiosamente, a la inquietud de los señores feudales y los déspotas "amigos de Occidente" se suma, en este caso concreto, la incredulidad de las masas, poco propensas a aceptar las benéficas virtudes de la llamada "primavera árabe". De una "primavera" útil y necesaria, qué duda cabe, pero que tropieza con un gigantesco obstáculo psicológico: la incomprensión de Oriente por parte de Occidente. Porque resulta sumamente difícil hablar de democratización, modernización y derechos humanos en esta amplia región del mundo después de la guerra (y la ocupación militar) de Iraq, de las amenazas proferidas por el "núcleo duro" de la Administración Bush contra el régimen islámico de Teherán o de los intentos de desestabilización política en el Mediterráneo oriental, avalados por Washington y algunos de sus aliados europeos.
Cabe preguntarse, pues, si la oleada de protestas generada por la supuesta profanación del Corán en la base de Guantánamo no es, en definitiva, más que la punta visible del iceberg. El barómetro del odio y la suspicacia indica claramente que la tormenta se está avecinando a las ya de por sí frágiles y complejas relaciones entre el mundo musulmán y Occidente.

(*) Artículo publicado en RNI en mayo de 2005

11 - S Osama Bin Laden (I)


Le conocí hace más de tres lustros en la pacífica y soñolienta ciudad de Ginebra, durante uno de aquellos extraños encuentros ideológico-gastronómicos que solían acompañar las innumerables negociaciones multilaterales auspiciadas por las Naciones Unidas. Fue, si no recuerdo mal, durante las embrionarias consultas sobre el porvenir del Afganistán que desembocaron, con el paso del tiempo, en el acuerdo para la retirada de las tropas soviéticas. Mientras la plana mayor de la resistencia afgana y los cabecillas de los movimientos de guerrilla trataban de explicarnos sus distintas opciones políticas, aquel hombre pequeño, delgado y taciturno, de ojos oscuros y mirada penetrante, parecía empeñado en pasar inadvertido. Permaneció callado hasta el momento en el que se planteó la pregunta clave: "¿Después de los rusos, qué?" Los líderes de las diferentes facciones no lograban ponerse de acuerdo; volvimos a escuchar los viejos y siempre socorridos clichés: "democracia", "soberanía", "autodeterminación".... Hasta que por fin se oyó la voz del hombrecillo barbudo: "Después vendrá el islam". Se me ocurrió preguntarle si era partidario de un régimen parecido a la revolución iraní o si le parecía más idóneo seguir las huellas de la conservadora monarquía saudí. Sus ojos brillaron: "No, será otro tipo de islam. Más puro, más...". Nuestro tardío interlocutor no quiso explayarse ni aportar definiciones muy concretas. Súbitamente, sus compañeros perdieron el habla: Osama Bin Laden parecía haber asumido el papel de líder o, por lo menos, de ideólogo de la resistencia afgana. En realidad, sólo era su cajero; las empresas saudíes habían costeado el viaje y la estancia de los guerrilleros.
Volví a ver su cara años después, en la pequeña pantalla. El saudí apátrida, acusado de ser el instigador del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, se había convertido en uno de los hombres más buscados por el FBI norteamericano. Su trayectoria de mentor de los radicales argelinos y sudaneses, de los Hezbollah proiraníes o de la Jihad islámica, cuidadosamente detallada en numerosos informes policiales, no me sorprendió en absoluto.
Para comprender la ideología del llamado "príncipe del terrorismo", conviene analizar con detenimiento el contenido de la Declaración del Frente Islámico Universal para la Guerra Santa contra los Judíos y los Cruzados que, según Bernard Lewis, ha de convertirse en lectura obligada de los estudiosos del islam y, por qué no, de aquellos políticos empeñados en equiparar el islamismo al... terrorismo. A primera vista, el mensaje de Bin Laden no dista mucho del ideario de Hasan al Banna, el "padre" del radicalismo islámico moderno. Si bien la argumentación de al Banna tiene como punto de partida una realidad aparentemente distinta, emanante de la presencia colonial franco-británica en el mundo árabe, la de Bin Laden deriva de un paralelismo histórico fácilmente homologable: la ocupación de los santos lugares del islam por los "Cruzados", es decir, por las tropas norteamericanas acantonadas en Arabia Saudí a partir de 1990, así como los reiterados intentos de los "infieles" de desarticular los Estados de la región: Irak, Arabia Saudí, Egipto y Sudán.
El estilo empleado por Bin Laden es menos brillante y, por consiguiente, menos convincente que la elocuente retórica de Hasan al Banna, artífice este último no sólo del despertar del nacionalismo árabe, sino también de las estructuras ocultas llevaron al establecimiento del mayor grupo de presión del mundo islámico: la cofradía de los "Hermanos Musulmanes".
En unas circunstancias históricas distintas para Occidente, aunque quizás no muy diferentes desde el punto de vista de los defensores a ultranza de la ortodoxia islámica, el mensaje de Bin Laden parece dirigido más a las masas de parias abandonados por gobernantes "corruptos" u "occidentalizados" que a las élites intelectuales árabes, a su vez empeñadas en buscar alternativas socio-políticas endógenas.
Aunque la fraseología de Bin Laden esté cargada de lo que algunos politólogos no dudarían en llamar "simple demagogia oportunista", el propio Lewis advierte que "muchos árabes estarían dispuestos a sumarse a la percepción extremista de la religión" contenida en el programa del Frente Islámico Universal.
Sin embargo, el mero rechazo por parte del islam radical o tradicional de modelos de sociedad basados en valores ajenos, la no aceptación automática de los cánones occidentales, no ha de convertir forzosamente al mundo árabe musulmán en enemigo potencial de la democracia.
A Osama Bin Laden lo volveré a perder de vista durante algún tiempo. La semana pasada, los medios de comunicación se hicieron eco de su decisión de abandonar las tierras afganas, alegando la inminencia de otro ataque norteamericano contra las bases de "su" guerrilla. Pero detrás de la noticia se disimula otra realidad: la "operación sonrisa" para con los talibanes afganos, lanzada recientemente por el Departamento de Estado norteamericano y el Foreign Office británico. El semanario "The Economist" trata de justificar la incipiente "realpolitik" de Washington y Londres con argumentos más bien sorprendentes: "...en definitiva, (los talibanes) no tratan a las mujeres peor que los saudíes".
En resumidas cuentas, parece que algunos políticos occidentales estarían propensos a aceptar el hecho diferencial que conlleva el "islam político". Toca explicar a la opinión pública la abismal diferencia entre "islamismo", "radicalismo" y..."terrorismo". Y comprobar, si es preciso, que la incomprensión ha ampliado la brecha entre las culturas de Oriente y Occidente.

(*) Artículo publicado en D 16 - Madrid en agosto de 2000

viernes, 10 de septiembre de 2010

El bueno, el malo y los "ingenuos"


Las negociaciones de paz directas entre israelíes y palestinos, iniciadas en Washington la pasada semana, recuerdan curiosamente otros intentos fallidos de solucionar el inagotable conflicto palestino-israelí, de llevar un rayo de esperanza a los pobladores de la desafortunada Tierra Santa.
Pero, ¿en qué dista la iniciativa de Barack Obama del sinfín de proyectos ideados por sus antecesores? En realidad, reconozcámoslo: nos hallamos ante los mismos gestos, las mismas frases, la misma mímica, las mismas reticencias. Los políticos hebreos se han vuelto a repartir los papeles. Mientras el laborista Ehud Barak, titular de Defensa cuidadosamente disfrazado de “paloma” parece dispuesto a ceder a los palestinos algunos barrios de Jerusalén, así como la “soberanía” sobre los Santos Lugares del Islam, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu retoma el estribillo de la derecha más conservadora: “Jerusalén, capital eterna de Israel, es una e indivisible”.
¡Menuda escenificación; menudo reparto! Barak, el bueno, el “pacificador”, aceleró al máximo, durante su mandato de Primer Ministro, la colonización de los territorios palestinos. También acuñó el muy socorrido término “sacrificios dolorosos”, empleado ad nauseam por la clase política de Tel Aviv. En lenguaje subliminal, “sacrificio doloroso” es sinónimo de “maniobra dilatoria”. Pero su mayor proeza de Barak consistió en ofrecer a los palestinos en las consultas de Taba un arreglo más que generoso. Con la única salvedad de haber formulado las “generosas” propuestas después de la dimisión de su Gabinete, es decir, cuando los ofrecimientos de Tel Aviv ya no tenían carácter vinculante. La maquinaria de propaganda se encargó de convertir la estratagema del general en una de las “iniciativas más generosas de Israel”.
Benjamín Netanyahu, el malo, puede enorgullecerse de haber vaciado de contenido, durante la negociación de Hebrón y de Wye Palntation (1997 – 1998) los acuerdos de Oslo. Antes de asumir el cargo de Jefe del Gobierno, el político conservador trató de persuadir al Presidente Clinton que el Likud jamás atentará contra el espíritu ni la letra de la Declaración de Principios firmada en los jardines de la Casa Blanca en septiembre de 1993. Huelga decir que el malo no defraudó a sus electores. Al igual que tampoco trata de engañarlos ahora, tras haberse comprometido a negociar, durante doce meses, con los representantes palestinos. ¿Simple estrategia? ¿Otra maniobra dilatoria?
Esas consultas, que empezaron con gestos copiados de otras “citas históricas” – Hillary Clinton trató de emular a su marido al “arrancar” un poco deseado apretón de mano entre Natanyahu y Mahmúd Abbas – tienen que desembocar en la solución de los “flecos” que quedaron pendientes al finalizar las negociaciones de Oslo: la congelación de los asentamientos judíos en Cisjordania, el derecho de retorno de los refugiados palestinos, la (doble) capitalidad de Jerusalén, el reconocimiento de Israel como “Estado judío” y las garantías de seguridad exigidas por los políticos de Tel Aviv. Unas garantías que, dicho sea de paso, contemplan la creación de un Estado palestino totalmente desmilitarizado; de un territorio con poca (o sin) identidad propia, sometido al control aéreo, marítimo y terrestre de las tropas hebreas.
En principio, nada nuevo bajo el sol, puesto que las exigencias de Tel Aviv apenas han variado desde la firma de los Acuerdos de Oslo. La única novedad consiste en insistir sobre el carácter judío de Israel. Aparentemente, ello implica el rechazo de una posible, pero ¡ay, cuán hipotética! llegada de una oleada de refugiados palestinos a la franja costera. Pero hay más: en algún momento, el nuevo concepto podría convertirse en un arma de doble filo en mano de quienes abogan en pro de la expulsión de los ciudadanos árabes de Israel hacia los países vecinos. ¿Puro maquiavelismo? Quién sabe…
Mahmud Abbas, a quien le toca desempeñar el papel de ingenuo de esa tragicomedia de mal gusto, tiene que hacer frente tanto a la oposición del movimiento islámico Hamás, acérrimo enemigo del diálogo con Israel, como a sus propias bases de Al Fatah, cansadas del movimiento continuo y reiterativo del “sainete” ideado por los políticos hebreos.
Se suman al grupo de ingenuos – voluntarios o no - el Presidente egipcio, Hosni Mubarak, harto de emplear la táctica del palo (con los palestinos) y la zanahoria (con los israelíes), y el rey Abdalá de Jordania que, al igual que su padre, se juega nada menos que la estabilidad de la Corona.
Los miembros del “cuarteto” – Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y las Naciones Unidas – parecen dispuestos a avalar el sinuoso proceso. Eso sí, con evasivas y ambigüedades. ¿Más ingenuos? El porvenir nos lo dirá.

viernes, 30 de julio de 2010

Turquía se está alejando


“Para Turquía, la idea de Europa ha perdido inocencia”, afirmaba recientemente el escritor turco Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura, comentando la reacción de sus compatriotas tras el primer lustro de infructíferas negociaciones para el ingreso del país otomano en la Unión Europea. En efecto, las constantes maniobras dilatorias de Bruselas, la negativa de las dos “locomotoras” comunitarias – Alemania y Francia – de allanar el camino para la integración del gigante euro-asiático en el concierto de las naciones libres del Viejo Continente, han modificado la percepción del utópico sueño de Mustafá Kemal, de la deseada Europa, oasis de paz y ejemplo de convivencia. La Europa del siglo XXI poco tiene que ver con aquel modelo de civilización contemporánea ansiado por Atatürk. La Europa de hoy ha dejado de ser cuna de ideas e ideales para convertirse en una entidad política, en una potencia económica sumida en una grave crisis estructural.
Hace cinco años, cuando los “eurócratas” dieron el pistoletazo de salida a las consultas sobre la adhesión de Ankara a la UE, más de la mitad de la población turca, alrededor del 70 por ciento, veía con buenos ojos la integración de su país en ese conglomerado de naciones que compartía los conceptos de democracia, libertad y fraternidad emanantes de la Declaración de los Derechos Humanos. ¿Una visión demasiado optimista? Es cierto que en el Viejo Continente había/hay racismo, intolerancia, prejuicios. Y no es menos cierto que la crisis económica global ha acentuado aún más la desconfianza, el odio, el temor al “otro”. La Europa del siglo XXI no puede o no quiere permitirse el “lujo” de ser generosa, de acoger en su seno a 76 millones de musulmanes, de tratar a los descendientes de los conquistadores otomanos con la misma generosidad con la que recibió a los cristianos ortodoxos de Bulgaria o de Rumanía. Los tiempos han cambiado; la Europa del “euro” ya no se la apuesta sólida de comienzos de esta década. La supervivencia del bloque comunitario exige una serie de limitaciones, de medidas de austeridad que no contemplan el ingreso de nuevos socios.
Turquía se está alejando, estiman los politólogos occidentales, al analizar las nuevas opciones geopolíticas de las autoridades de Ankara, poco propensas a esperar cruzadas de brazos los contradictorios mensajes de la UE. Turquía está explorando otras vías susceptibles de llenar el vacío del hasta ahora frustrante diálogo con Bruselas. Para el corresponsal diplomático del rotativo catalán “La Vanguardia”, el giro de la política turca podría obedecer a tres factores: el desencanto producido por las consultas con Bruselas, la búsqueda de opciones alternativas y la paulatina islamización de la vida política del país.
Es cierto que el desencanto provocado por el fracaso de las negociaciones con Bruselas obligan a las autoridades turcas a considerar otras alternativas geoestratégicas, sin por lo tanto abandonar el objetivo prioritario de la diplomacia de Ankara: el ingreso en la UE. Pero no se trata de un simple cambio de rumbo, sino de una estrategia ideada por los anteriores Gabinetes turcos. La llamada “opción musulmana”, que consiste en mantener relaciones correctas, cuando no cordiales, con la totalidad de los países de la zona y el conjunto de las naciones musulmanas de Asia y África, ha sido barajada por los Gobiernos liberales y socialdemócratas de las décadas de los 80 y los 90. No se puede hablar, pues, de “improvisaciones” de última hora, sino de un proyecto que cuenta con el visto bueno de la clase política liberal que trata de hallar un lugar para Turquía en una región geográfica en la que los otomanos no cuentan sólo con amigos. La rivalidad con Rusia, los altibajos en las relaciones con Irán, los roces con Siria e Irak son de notoriedad pública. Sin embargo, el lema y estribillo de la nueva política exterior de Ankara es: “cero conflictos con los vecinos”. Algo inimaginable hace apenas unas décadas.
La reciente crisis en las hasta ahora más que cordiales relaciones con Israel ha convertido a los islamistas turcos en… adalides del mundo islámico. ¿Encierra esta política una agenda oculta, como afirman los kemalistas? Aún es pronto para evaluar los pros y los contras de este cambio de rumbo.
Es cierto: Turquía se está alejando. Pero, ¿de quién? ¿de qué? ¿por qué? Y, sobre todo, ¿a quién le favorece este alejamiento?

viernes, 9 de julio de 2010

"Hombres de paz"


Lo que sí resultó claro después de la última entrevista entre el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, celebrada esta semana en Washington, es que el dignatario hebreo ha logrado restablecer el difícil modus vivendi con la Administración norteamericana. Una relación muy especial, que se deterioró tras la llegada de Obama a la Casa Blanca y los guiños del dignatario estadounidense en dirección de los pobladores del mundo árabe-musulmán.
Conviene recordar que los israelíes jamás disimularon su animadversión hacia el político demócrata. Y no tanto por motivos meramente… étnicos (léase raciales), como por los antecedentes culturales de un presidente que aprendió a no hacer uso de su segundo nombre: Hussein. Para Tel Aviv, la simple presencia de Barack Hussein Obama en el Despacho Oval suponía un peligro potencial. Así lo dejaron entender los políticos hebreos durante sus giras por los Estados Unidos, en las entrevistas con miembros de la comunidad judía norteamericana o defensores incondicionales del Estado de Israel.
Para Netanyahu, al igual que para sus antecesores, la amplitud de mira del Presidente de los Estados Unidos equivale a una bomba de relojería. En efecto, Israel desconfía de los posibles resultados de la campaña lanzada por Obama para mejorar la imagen de Norteamérica en el mundo árabe, condición esta sine que non para restablecer el equilibrio estratégico en la región de Oriente Medio, sino también a raíz del escaso entusiasmo del Presidente a la hora de contemplar una posible intervención armada contra el “enemigo público número uno” del Estado judío en la zona: la República Islámica de Irán. De hecho, Obana resultó ser, al menos hasta la fecha, el dignatario norteamericano menos propenso a aceptar la idea de un ataque “preventivo” contra el país de los ayatolás. Un operativo que los israelíes reclaman desde hace años, sacando a relucir el fantasma de la hipotética bomba atómica persa.
Ficticia o real, la amenaza nuclear iraní se ha convertido en el lema y estribillo de todos los “hombres de paz” de Tel Aviv. Porque no hay que olvidar que el propio Netanyahu abandonó esta semana la Casa Blanca con el calificativo de “político preparado para hacer la paz” (¿con los palestinos?).
Huelga decir que “Bibi” Netanyahu no es el único político hebreo que goza de este dudoso privilegio. El primero en la lista de “hombres buenos” es ex Primer Ministro laborista, Ehud Barak, bautizado “el Pacificador” por los asesores de imagen catapultados a Tel Aviv por el Presidente Bill Clinton. Recordemos que durante el Gobierno de Barak, se registró un espectacular incremento de la población de los asentamientos judíos de Cisjordania. Un récord absoluto, que ningún Gobierno conservador logró batir.
La aportación de Netanyuahu al mal llamado “proceso de paz” israelo-palestino consiste en la “proeza” de vaciar de contenido, durante su primer mandato de Primer Ministro (1996-1999), los acuerdos de Oslo. El ex general Sharón, otro “hombre de paz”, según el ex Presidente Bush, fue el primer político hebreo en exigir la adopción de medidas contundentes contra Irán. Su prematura desaparición del escenario político frenó el fervor de los “neocons” de la Casa Blanca.
Tras la vuela al poder, en 2009, “Bibi” Netanyahu decidió insistir sobre la necesidad de acabar con la pesadilla nuclear iraní. Más aún; los estrategas israelíes pusieron fecha a la materialización del proyecto atómico de Teherán. Afirman que los ayatolás tendrán las primeras ojivas nucleares en menos de… 11 meses.
Hasta ahora, el Presidente Obama se limitó a hacer oídos sordos a la campaña de Tel Aviv. Sin embargo, algo parece haber cambiado en las últimas semanas, ya que los propios saudíes no descartan la posibilidad de “tolerar”, si necesario, la presencia en su espacio aéreo de cazabombarderos hebreos cuya misión sería… la destrucción de objetivos estratégicos iraníes.
A cambio, Netanyahu se ha comprometido ante el inquilino de la Casa Blanca iniciar “en breve” el diálogo directo con los palestinos. En resumidas cuentas, Bibi cambia su piel de lobo por un socorrido disfraz de… “hombre de paz”. ¿Otro “hombre de paz”?

jueves, 24 de junio de 2010

Europeos ricos, europeos pobres


La reciente publicación de los datos relativos al Producto Interior Bruto (PIB) por habitante en la Unión Europea en 2009 vuelve a poner de manifiesto el desfase existente entre los países más ricos y los menos desarrollados del “club de los 27”. En efecto, según la Oficina de Estadísticas de la UE (Eurostat), sólo 13 Estados miembros logran mantenerse por encima de la media comunitaria (el índice del 100 p.c.) mientras que los nuevos socios se sitúan por debajo del indicador global.
Grecia y Portugal, cuyas recientes dificultades económicas o financieras han causado numerosos quebraderos de cabeza a las instituciones de Bruselas y a la banca internacional, se suman al pelotón de las economías más frágiles. Los griegos, que apenas alcanzan un 95 p.c. de la media, ocupan el 15º lugar en la lista de Eurostat, mientras que los portugueses rozan el 78 p.c., colocándose en el 19º lugar.
Si bien las economías de las nuevas incorporaciones mediterráneas – Chipre y Malta – no despuntan, la situación más crítica se registra en los antiguos países del llamado “campo socialista” (Europa Central y Oriental), cuya adhesión a la UE no sólo no ha logrado eliminar los desequilibrios entre “ricos” y “pobres” del Viejo Continente, sino que, en algunos casos, ha acentuado las diferencias. Es el caso de las repúblicas bálticas – Lituania, Letonia y Estonia – cuyos indicadores registran un notable descenso de la actividad económica o del poder adquisitivo. En Lituania, por ejemplo, el retroceso del PIB alcanza el 18,5 p.c. Por su parte, los letones denuncian un fenómeno migratorio masivo hacia Occidente (Inglaterra y Alemania), que afecta sobre todo a los jóvenes y a los profesionales cualificados.
Más preocupante es, sin embargo, la situación de Rumanía y Bulgaria, Estados que ingresaron en la UE hace apenas tres años y que se colocan en los últimos lugares – 26º y 27º respectivamente - de la lista. En ambos casos, el índice de desarrollo es inferior al 50 p.c. Los rumanos han registrado un modesto incremento de 3 puntos del poder adquisitivo desde la adhesión a la UE. Pero este avance podría ser anulado, de aquí a finales de año, por las drásticas medidas de austeridad impuestas por las autoridades de Bucarest para combatir el efecto de la crisis. A ese estado de cosas se suman, además, los inquietantes síntomas de inestabilidad política y la escasa preparación de las estructuras económicas para hacer frente a los criterios de convergencia reales. Según los economistas rumanos, los sucesivos Gobiernos se han limitado a corregir los criterios nominales: inflación, déficit presupuestario y deuda pública, haciendo caso omiso de otros factores clave: la solidez de las estructuras económicas y la competitividad.
Más grave aún es la situación de Bulgaria, cuya economía no ha experimentado mejoría alguna desde 2007, fecha de la adhesión a la UE. Por si fuera poco, las autoridades de Sofía tienen que hacer frente a la corrupción que, sumada a la criminalidad organizada, constituye una amenaza no sólo para el país balcánico, sino también para la mayoría de sus socios comunitarios.
Al hacerse eco de los poco halagüeños resultados de la encuesta de Eurostat, los medios de comunicación de Europa oriental hacen hincapié en el hecho de que Croacia y Turquía, países candidatos al ingreso, aunque no miembros de la UE, superan el PIB por habitante de los europeos “pobres”. El poder adquisitivo de los croatas asciende al 64 p.c., mientras que el de los turcos es de 46 p.c.
A la ya de por sí difícil situación económica de los nuevos socios de la Unión se suma otro factor inquietante: la aparición y el avance constante de grupúsculos de extrema derecha, que aprovechan el período de crisis para afianzarse en unas naciones que aún no cuentan con instituciones democráticas estables.

viernes, 11 de junio de 2010

Las "moscas latosas" de Manhattan


De “moscas latosas” calificó el presidente persa, Mahmúd Ahmadineyad, las últimas sanciones económicas y financieras contra la República islámica de Irán, aprobadas esta semana por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
¿Moscas latosas? La verdad es que la nueva tanda de sanciones - la cuarta desde 2006, fecha en la que la ONU abordó por vez primera la cuestión del controvertido programa nuclear iraní – es fruto de un arduo regateo entre los países occidentales, liderados por los Estados Unidos, y las dos potencias “amigas” de Irán: Rusia y China. De hecho, los norteamericanos tenían intención de añadir a las medidas de retorsión una cláusula relativa al control de las exportaciones de crudo, propuesta que tropezó con la negativa de Moscú y de Pekín, partidarios de mantener el statu quo en la materia. No hay que olvidar que ambos países tienen intereses específicos en Irán. Los rusos suministran tecnología a la industria petrolífera, mientras que los chinos ocupan un destacado lugar en la lista de importadores de “oro negro” procedente de los yacimientos persas. Ambos gobiernos asumen, pues, la preocupación de los iraníes y procuran defender, en la medida de lo posible, los intereses económicos de Teherán. Ambos países estiman, asimismo, que el cerco al programa atómico iraní es exagerado. Sin embargo, tanto los rusos como los chinos parecen poco propensos a sumarse esta vez a los defensores del régimen de los ayatolás, encarnados por Brasil y Turquía, cuyas autoridades optaron por la difícil, aunque necesaria política de concertación. El Líbano, que se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad, se sumó tímida y simbólicamente a la lista de amigos del enemigo público número uno de Occidente, del Irán que preserva y defiende el programa de gobierno del ayatolá Jomeyni, que propugna en enfrentamiento ideológico con el mundo industrializado.
Los partidarios de la vía diplomática apuestan por soluciones de compromiso, por una salida airosa del conflicto. Sin embargo, la posibilidad de trasladar el proceso de enriquecimiento del uranio a Turquía, solución propuesta por Lula y Erdogan, no cuenta con el beneplácito de Washington. De ahí el innegable nerviosismo de los políticos estadounidenses, incapaces de comprender las múltiples y variadas maniobras geoestratégicas del Gobierno de Ankara. Por si fuera poco, algunos miembros del establishment norteamericano acusan a Europa y, muy concretamente, a la Unión Europea, de haber propiciado el alejamiento de Turquía del campo occidental. Es cierto que la ambigüedad de Bruselas, la negativa de muchos gobiernos comunitarios de acelerar las consultas sobre la ingreso del país otomano en el “club cristiano” del Viejo Continente, han reducido la euforia europeísta de los turcos.
Mas el problema que nos ocupa hoy en día no es Turquía, sino Irán. Las medidas adoptadas por el Consejo de Seguridad de la ONU contemplan la vigilancia de las transacciones bancarias, empezando por las operaciones del Banco Central, el embargo a la venta de armamento, la inclusión en la lista negra de empresas persas de una cuarentena de empresas pertenecientes o gestionadas por miembros de la Guardia Revolucionaria, el control del transporte marítimo, etc. Afirman los analistas occidentales que del éxito o el fracaso de dichas medidas depende una posible (y cada vez menos hipotética) intervención militar contra el régimen iraní, último y, para algunos, único recurso de Occidente frente a la “prepotencia” de Ahmadineyad.
Conviene recordar que en el caso del programa nuclear persa, Occidente no ha logrado adoptar una postura unitaria. Sirva como ejemplo la opinión del politólogo suizo Albert A. Stahel, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidad de Zurich, quien afirma rotundamente: “En primer lugar, Irán no es una potencia nuclear. En segundo lugar, los iraníes sólo pretenden obtener uranio enriquecido. Lo demás son meras suposiciones”.
Cabe suponer que para la Administración Obama, el profesor Stahel es una… “mosca latosa”. O ¿tal vez no?

lunes, 31 de mayo de 2010

El Club Bilderberg se reúne en España


El misterioso “Club Bilderberg”, que algunos detractores de la globalización no dudan en tildar de “gobierno oculto del planeta”, celebrará su próxima reunión anual del 3 al 6 de junio en la localidad catalana de Sitges. Los participantes en la conferencia abordarán con detenimiento la problemática de la crisis mundial, así como las serias dificultades estructurales con que tropiezan actualmente los países de la zona euro (Grecia, España y Portugal), sin olvidar las repercusiones de la guerra de Afganistán para el cada vez más frágil equilibrio del vecino Paquistán o la creciente tirantez en las relaciones entre Oriente y Occidente generada por el incontrolado programa nuclear iraní. Recordemos que Washington y sus aliados se resisten a avalar las propuestas sobre la supervisión de dicho programa por dos potencias emergentes – Turquía y Brasil.
Pero hoy por hoy, lo que de verdad preocupa a los grandes de este mundo es la rápida y constante erosión de las estructuras financieras internacionales. De ahí la necesidad de proceder a la remodelación del sistema monetario, tratando de establecer nuevos referentes. Entre las propuestas formuladas recientemente por los expertos norteamericanos destaca la posibilidad de convertir el Fondo Monetario Internacional (FMI) en una especie de “órgano mundial de supervisión” de las finanzas. Esta es, según los periodistas del portal Internet American Free Press, detractores de la globalización y/o del Nuevo Orden Mundial ideado por George Bush (padre), una de las opciones vehiculadas por los medios de comunicación “controlados” por el Grupo de Bilderberg.
Subsiste el interrogante: ¿qué intereses ocultos se disimulan detrás de este opaco Club, de este misterioso grupo de presión? El secretismo de los organizadores, la discreción de los participantes en las conferencias anuales, el perfil de las personalidades que acuden a estas discretas citas – políticos, empresarios y militares - , la férrea vigilancia ejercida por los servicios de seguridad, supervisada año tras año por altos cargos de la CIA norteamericana, han generado un sinfín de rumores acerca del contenido de las deliberaciones secretas o discretas del Club. En este contexto, la publicación de las listas de invitados, único documento que facilita la secretaría de Bilderberg, nos ha parecido reveladora. Sabemos que en las últimas reuniones participaron el ex presidente Bill Clinton, el antiguo primer ministro británico Tony Blair, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, la secretaria de Estado Hillary Clinton, el ex presidente del Banco Mundial, Paul Wolfovitz, el ex secretario de defensa estadounidense Donald Rumsfeld, la presidente del Banesto, Ana Patricia Botín, el ex comisario europeo y ministro de hacienda español Pedro Solbes, así como directivos de las grandes compañías multinacionales IBM, Xerox, Royal Dutch Shell, Nokia, Daimler, etc.
Por regla general, los organizadores suelen invitar a dos representantes de cada país: un conservador y un liberal. Sin embargo, a veces los papeles se confunden. Los debates se centran en temas de actualidad. Sin embargo, el análisis del estado de la economía mundial figura siempre en el orden del día de estos encuentros.
Para los expertos del Centro de Estudios sobre la Globalización de Montreal (Canadá), el Grupo Bilderberg “no es un gobierno mundial oculto”, sino una organización que propicia las “tormentas de ideas” (brainstorming). Coinciden, sin embargo, en que Bilderberg es la “organización más influyente” del mundo.
Aparentemente, el Grupo no elabora directrices para la gobernanza mundial. Sus miembros prefieren definir su papel como un simple “foro para la socialización de las élites”. Sin embargo, quienes siguen a rajatabla las pautas (ideario) del Club Bilderberg tienen más probabilidades de ascenso en el escalafón de la burocracia institucional. De hecho, muchos de los políticos que participan en los encuentros anuales llegaron a desempeñar funciones clave en el establishment mundial. Más claro…

martes, 25 de mayo de 2010

Turquía: del kemalismo al nuevo otomanismo


Hace dos décadas, cuando los analistas políticos occidentales detectaron los primeros síntomas del resurgimiento de la influencia geopolítica de Turquía en el Mediterráneo oriental y la región del Cáucaso, parecía poco probable que el país al que los grandes de este mundo no dudaron el tildar, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, de “enfermo de Europa” iba a convertirse nuevamente en una potencia regional. El despertar del gigante otomano coincidió con el desmantelamiento de la URSS y la atomización del llamado “campo socialista”, agrupación de Estados de Europa oriental y central europeos sometidos al férreo control de Moscú por los artífices de los acuerdos de Yalta.
Sin embargo, tras la caída del muro de Berlín, la faz del mundo experimentó un cambio radical. En este contexto, Turquía – fiel aliado de la Alianza Atlántica, situado en la primera línea de combate contra el entonces “enemigo” ruso – empezó a desarrollar una política ambiciosa, destinada a recuperar su influencia cultural en las antiguas repúblicas soviéticas con población turcomana. La presencia de profesionales otomanos en los nuevos Estados del Cáucaso debía encauzar a los gobernantes de la era post-soviética hacia modelos de sociedad abiertos, basados en la aceptación de los principios democráticos y de la economía de mercado. A finales de los años 90, los turcos podían cantar victoria. Los valores defendidos por sus emisarios en la zona parecían haberse arraigado en las sociedades caucásicas.
Pero huelga decir que se trataba sólo de un primer paso hacia la meta designada por la clase política de Ankara, que añoraba el innegable esplendor del Imperio Otomano. En este caso concreto, no se trataba de volver a la época de los sultanes, sino de ofrecer a los países de la zona la imagen de una sociedad musulmana moderna, laicizada y, ¿por qué no? occidentalizada. El conjunto del “establishment” emanante del kemalismo apostó por esta opción. Con el paso del tiempo, Turquía se convirtió en un referente para la mayoría de sus vecinos árabes, en un interlocutor privilegiado entre las autoridades de Tel Aviv y los detractores del Estado judío, en el aliado estratégico de los ejércitos árabes y judío, en un discreto aunque eficaz intermediario en las titubeantes consultas entre sirios e israelíes, el garante (poco deseado) de la aún hipotética desnuclearización del Irán de los ayatolás. En resumidas cuentas, los políticos de Ankara reclamaban el derecho a “participar” en la elaboración y la puesta en práctica de las nuevas políticas regionales.
Conviene señalar que el despertar de Turquía y la aparición del llamado “neo otomanismo”, término acuñado recientemente por los partidos de corte islámico que gobiernan el país, no cuenta con la aceptación de la totalidad de los vecinos de la antigua potencia imperial. En efecto, pese a la reciente visita “histórica” del Primer Ministro turco, Recep Tayyep Erdogan, a Grecia y a la espectacular propuesta de reducir los presupuestos de defensa y dedicar los recursos financieros derivados del desarme a nuevos y ambiciosos proyectos de desarrollo económico, los politólogos helenos no parecen muy propensos a confiar en la buena voluntad del tradicional enemigo de la civilización helénica, recordando el “peligro” que supone la hegemonía turca en la región. Un peligro que para algunos se remonta a la batalla de Manzikert (1071), cuando los otomanos se adueñaron de gran parte de los Balcanes. Ficticio o real, el fantasma del “enemigo otomano” recuerda viejos rencores, heridas mal curadas por diez siglos de antagonismos.
Según el politólogo griego Giorgos Karampelias, las autoridades de Atenas tienen que hacer todo lo que esté en su poder para impedir el ingreso de Turquía en la UE; el verdadero “polo de estabilidad” balcánico ha de tener como referente a… Grecia. El economista ateniense parece dispuesto a olvidar que el ingreso de su país en la Comunidad Europea se hizo precipitadamente, para borrar las huellas de una sangrienta dictadura militar. En el caso de Turquía, el Gobierno Erdogan trata de limitar la influencia del hasta ahora todopoderoso ejército en la vida política del país. Cabe suponer que la pugna entre los islamistas del AKP y la cúpula del ejército no acabará con los cambios constitucionales aprobados recientemente, que los militares no renunciarán a su papel de jueces de la vida política, de árbitros de la presencia (o la retirada) de las tropas otomanas en el Norte de Chipre.
Si bien es cierto que el “neo-otomanismo” cuenta con detractores en la convulsa región del Mediterráneo oriental, también es obvio que la Turquía moderna, innegable potencia emergente, tiene derecho a participar activamente en la toma de decisiones en la zona. Guste o no a los políticos de Washington o de Bruselas, a los enemigos tradicionales de los otomanos…

jueves, 13 de mayo de 2010

La OIT lidera el combate contra el trabajo infantil

El segundo Informe Mundial sobre Trabajo Infantil, elaborado por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) en 2006, señalaba que se habían realizado importantes progresos en la lucha contra el trabajo infantil. Partiendo de este dato positivo, la OIT fijó una meta visionaria: eliminar las peores formas de explotación laboral de los niños para 2016. Sin embargo, el Tercer Informe Mundial, publicado en 2010, ofrece un panorama distinto y, hasta cierto punto, inquietante: el trabajo infantil continúa disminuyendo, pero a un ritmo más lento. Estiman los autores de este documento que si los países no modifican de manera radical su comportamiento, el objetivo de 2016 no será alcanzado.
Al evaluar los datos estadísticos disponibles, la Directora del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT, Constance Thomas, hace especial hincapié en la excesivamente lenta reducción de la tasa de empleo infantil – alrededor del 3 por ciento en los últimos cuatro años – señalando que la batalla está lejos de terminar, ya que alrededor de 215 millones de niños siguen atrapados en las redes de explotación.
“La mayor disminución la observamos en los niños entre 5 y 14 años; en este grupo el trabajo infantil descendió en un 10 por ciento”, advierte la Sra. Thomas, quien insiste en subrayar los aspectos positivos. “Hay menos niños en trabajos peligrosos. Y es mejor así; de hecho, cuanto más peligroso es el trabajo y más vulnerables son los niños”, afirma la funcionaria de la OIT.
Según los autores del informe, presentado recientemente a los participantes en una conferencia internacional auspiciada por el Gobierno de los Países Bajos, los principales obstáculos que impiden alcanzar el objetivo de 2016 son: la magnitud del problema en África y Asia Meridional, las estructuras rígidas de la agricultura tradicional y las formas “ocultas” de explotación de los niños.
La disminución más importante de trabajo infantil se registró en las Américas, mientras que África sigue siendo la región con menores progresos. Otra región en la que se registra una situación crítica es Asia Meridional, donde se encuentra el mayor número de niños trabajadores y donde se requiere de un mayor compromiso por parte de los Gobiernos. Aunque no se dispone de datos recientes de los países árabes, se asume que el trabajo infantil sigue siendo un problema importante en la zona.
El informe analiza también las tendencias del trabajo infantil por edad y género. Por ejemplo, durante los últimos cuatro años el trabajo infantil ha aumentado entre los niños y disminuido entre las niñas. El principal sector para el trabajo infantil sigue siendo la agricultura, donde una gran mayoría de niños trabaja para su familia sin percibir remuneración alguna.
Otro factor clave es la situación económica mundial. Se cree que la crisis podría empujar a un mayor número de niños, en particular niñas, al trabajo infantil. Pero aún es demasiado temprano para hacer un análisis objetivo de la situación, ya que en algunas regiones el impacto de la recesión todavía no ha llegado a su auge. Aún así, al juzgar por crisis anteriores, cabe prever un incremento del trabajo infantil en países con bajos ingresos y, de manera especial, en los hogares más pobres. En este contexto, conviene señalar la necesidad de que los Gobiernos respeten los compromisos adquiridos en los foros internacionales, intensificando la lucha contra la explotación de los niños.
Entre las principales recomendaciones de la OIT contra el trabajo infantil destacan la necesidad de garantizar que todos los niños tengan acceso a la educación de calidad, la elaboración de estructuras y programas de protección social, la lucha contra la pobreza y la ratificación y aplicación de los convenios sobre la edad mínima de admisión al empleo.
Para lograr esta meta, es indispensable contar con la participación activa de empresarios, sindicatos y organizaciones que emanan de la sociedad civil.

viernes, 30 de abril de 2010

Chipre: misión imposible

En agosto de 1974, pocos días después de la segunda intervención del ejército turco en la isla de Chipre, coincidí en el Hilton de Nicosia con el enviado espacial de las Naciones Unidas en la zona, un diplomático latinoamericano al que se le conocía como míster Pérez. A mi pregunta sobre las perspectivas de una solución negociada del conflicto entre las dos comunidades – los greco y los turco chipriotas - me respondió lacónicamente: “Deje que solucione este asunto; luego hablamos”. Años más tarde, al abordar con el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar (¡míster Pérez!) la cuestión de las poco fructíferas gestiones llevadas a cabo por el organismo internacional en el minúsculo país mediterráneo, se limitó a poner cara de póker. No hay nada peor para un diplomático que el hecho de tener que confesar su frustración.
Este extraño episodio volvió a mi mente hace unos días, tras la elección del nacionalista Dervis Eroglu en el cargo de Presidente de la República Turca del Norte de Chipre, entidad autoproclamada en 1983, que sólo cuenta con el reconocimiento de las autoridades de Ankara. El político nacionalista se alzó con la victoria en un reñido combate con el Presidente saliente, el izquierdista Mehmet Alí Talat, partidario del diálogo entre las dos comunidades, que tenía, al menos aparentemente, la ventaja de sintonizar con el actual Presidente de la República de Chipre, Demetrios Christofias. Sin embargo, el retraso en las consultas intercomunitarias, la escasa voluntad de los grecochipriotas de finalizar las negociaciones en 2009, como previsto, erosionaron la ya de por sí difícil postura de Talat. Su sucesor parece menos propenso a fomentar el diálogo con los grecochipriotas, a apostar por la reunificación de la isla.
Desde 1977, fecha en la cual dio comienzo el diálogo político entre las dos comunidades, se ha barajado siempre la opción de un Estado bi-zonal, de una federación binacional. Sin embargo, la casi totalidad de las propuestas presentadas durante las tres últimas décadas ha tropezado con la negativa de una de las partes. Lo aceptable para los griegos resultaba completamente inviable para los turcos y viceversa. El Plan Annan, último intento de acercamiento ideado por el antiguo Secretario General de la ONU, contó con la aprobación de los turcochipriotas y… el rechazo frontal de la comunidad griega. Conviene recordar que la solución del conflicto era una condición sine qua non para la integración de la isla en la Unión Europea. Aún así, la República de Chipre pasó a formar parte de la UE en mayo de 2004, trasladando la cuestión de los Estados divididos a los miembros del “club de Bruselas”. A los quebraderos de cabeza de los “eurócratas” se sumaba, pues, un nuevo dilema: Chipre es miembro de la UE, pero no pertenece a la OTAN. La República Turca del Norte, donde se hallan acantonados decenas de miles de militares turcos, forma parte indirectamente de los territorios controlados por la Alianza Atlántica, pero no guarda relación oficial alguna con la UE. Detalle interesante: ambas organizaciones regionales desean aprovechar al máximo el potencial geoestratégico y económico del pequeño país mediterráneo.
Pero hay más: de la solución del conflicto depende el provenir de las consultas entre Ankara y Bruselas, el cada vez más hipotético ingreso de Turquía en la Unión Europea. El Gobierno turco tiene interés en la reanudación de los contactos entre Eroglu y Christofias, cuando no en la posibilidad de abrir una vía de negociación directa con las autoridades de Atenas. Hoy por hoy, la clave del problema estriba en la voluntad de los grecochipriotas de rebajar el listón de sus exigencias. Ello sólo será posible mediante la intervención de Grecia o de la puesta en marcha de una ofensiva diplomática de Bruselas.
Es obvio que las autoridades griegas no están en condiciones de ejercer presiones sobre el Gobierno de Nicosia. Queda, pues, la opción comunitaria. Si Bruselas logra acabar con las reticencias de Turquía de abrir su espacio aéreo y sus instalaciones marítimas a los transportistas grecochipriotas, los obstáculos que frenan el entendimiento entre las dos comunidades de la isla podrían desaparecer. Pero de ahí a vaticinar el final del conflicto…

viernes, 9 de abril de 2010

Moscú y el "emirato del Cáucaso"

Los recientes acontecimientos de Kirkizistán lograron eclipsar el impacto político y mediático de los sangrientos atentados del metro de Moscú. Sin embargo, los politólogos que siguen de cerca los cambios registrados en los territorios de la antigua URSS durante las dos últimas décadas no dudan en aludir a la posible conexión entre la actuación de las llamadas “viudas negras”, jóvenes kamikaze dispuestas a sacrificarse para la mayor gloria del Islam y la proliferación de los síntomas de desestabilización política en la región del Cáucaso. Cabe preguntarse, pues: ¿es el radicalismo islámico una auténtica amenaza para las ex repúblicas soviéticas de Asia?
Hace ya más de tres lustros, tras el desmembramiento de la Unión Soviética, los estrategas de Moscú pidieron ayuda a sus colegas occidentales para evaluar conjuntamente la peligrosidad, ficticia o real, de los movimientos islámicos en Asia. Huelga decir que en aquel entonces la insistencia de los rusos resultaba bastante sorprendente. Sabido era que Moscú tuvo que retirar sus huestes de Afganistán después de varios años de arduos y poco fructíferos combates; unos combates que provocaron el desgaste del Ejército Rojo y la justificada desesperación de la cúpula militar soviética. Pero la humillación provocada por la derrota era sólo la parte visible del iceberg: durante la década de los 80, muchos soldados procedentes de las regiones musulmanas del imperio soviético acabaron haciendo suyo el ideario de los guerrilleros islámicos. Tras el abandono de las tierras afganas, el combate se trasladó a los confines asiáticos de la URSS, cuyos pobladores reclamaban la vuelta al hasta entonces prohibido mahometanismo. Los dirigentes del Kremlin no tuvieron más remedio que hacer concesiones. Las escuelas religiosas volvieron a funcionar, divulgando sin embargo versiones expurgadas del Corán. Aún así, la manipulación de los sentimientos religiosos acabó convirtiéndose en un arma de doble filo. Los antiguos “soldados del Islam”, combatientes de las brigadas internacionales creadas por el multimillonario saudí Osama Bin Laden, no tardaron en adueñarse de algunos feudos caucásicos. Chechenia fue el primer baluarte de un amplio y ambicioso proyecto islamista: el futuro “emirato del Cáucaso”.
Pese a los esfuerzos de los servicios secretos moscovitas, los sucesivos gobiernos pro-rusos instaurados en Grozny fueron incapaces de frenar el avance de los insurgentes. Después del espectacular secuestro que tuvo por escenario el teatro moscovita de Dubrovka, operativo en el que perdieron la vida más de 180 personas, los rebeldes chechenios ocuparon manu militari la escuela primaria de Beslan. El ataque se saldó con más de un centenar de muertos, en su gran mayoría, alumnos del colegio.
Si bien es cierto que en ambos casos las unidades especiales de lucha antiterrorista lograron neutralizar a los rebeldes, el sangriento desenlace llevó el agua al molino de los rebeldes. Los terroristas fallecidos en los operativos de rescate se convirtieron en “mártires del Islam” es decir, exactamente lo que perseguía el movimiento radical del Cáucaso.
Los dirigentes rusos no llegaron a comprender el mensaje de los islamistas y, al parecer, aún están lejos de apreciar en su justo valor las motivaciones de quienes desean reproducir el experimento afgano en otros lugares de la geografía caucásica. En resumidas cuentas, el peligro subsiste y se está convirtiendo en una amenaza de gran envergadura. Y no sólo para los gobernantes del Kremlin, empeñados en emplear la fuerza como único recurso en la lucha contra los radicales del Cáucaso, sino también para los demás países de la zona, donde el islamismo parece haber adquirido carta de naturaleza.

jueves, 18 de marzo de 2010

Siria - entre Alá y Obama

Han pasado casi diez años desde aquel cálido día de julio de 2000, cuando el “General Doctor” Bashar el Assad asumía oficialmente el cargo de Presidente de Siria, heredado de su padre, el mítico e incombustible Hafez el Assad, al que los árabes habían bautizado "el león de Damasco”. El clamor popular acompañó la ceremonia de entronización del Doctor Bashar, digno exponente de las llamadas “dinastías republicanas” de Oriente Medio, novedoso sistema de gobierno ideado y promovido por los dinosaurios de la política regional: Hosni Mubarak, Mummar al Gaddafi, Hafez el Assad, muy propensos a entregar las riendas del poder a sus respectivos retoños.
“Alá, Siria y Bashar”, coreaban las masas en la capital siria. “Alá, Siria y Bashar”. Pero el escepticismo reinaba en las capitales occidentales, donde ejércitos de politólogos y analistas adscritos a los servicios de inteligencia desconfiaban de los dotes de mando del joven oftalmólogo educado en el Reino Unido. Y ello, haciendo caso omiso del hecho de que durante más de un año el cachorro de el Assad estuvo encargado de controlar las transacciones de divisas de Damasco, de supervisar la presencia militar siria en el Líbano y de dirigir las unidades especiales encargadas de velar por la seguridad del régimen. Todo ello, antes de convertirse en… comandante en jefe del ejército y (único) candidato a la vicepresidencia del país.
Al asumir la jefatura del Estado, Bashar el Assad tuvo que afrontar numerosos retos. En el plano regional, había que redefinir la política de Damasco frente al vecino libanés, reactivar los siempre discretos contactos con Israel y tratar de normalizar las relaciones con los Estados Unidos, cuyos gobernantes habían colocado a Siria en la lista negra de los Estados terroristas.
En el plano interno, se trataba de liberalizar las estructuras sociopolíticas, de llevar a cabo la modernización la industria, liberalizar el sistema de producción, librar una guerra sin cuartel contra la corrupción generalizada. ¿Misión imposible? Los británicos, que tuvieron ocasión de conocerle mejor durante su estancia en el Reino Unido, aseguraban que el nuevo líder sirio era un hombre “modesto”, “inteligente” y “reformista”. Sin embargo, los norteamericanos lo tachaban de “ingenuo”, e “incapaz de asumir el poder” en un país con un sinfín de problemas internos, difícil de gobernar en el umbral del siglo XXI. Las sospechas de los estadounidenses se fueron acentuando después de los atentados del 11 de septiembre, cuando Siria pasó a convertirse para el entonces inquilino de la Casa Blanca en un problema regional, en el patrocinador de los movimientos terroristas de Líbano y/o Irak. De hecho, la Administración Bush no dudó en afirmar que las inexistentes armas de destrucción masiva de Saddam Hussein habían sido trasladadas al territorio sirio, donde esperaban una orden del tirano para golpear a Occidente. Sabido es que las armas no aparecieron; Siria se tornó, sin embargo, en refugio de centenares de miles de exiliados iraquíes, que abandonaron sus hogares ante el avance de las tropas de la coalición.
En los primeros años de su mandato, Bashar el Assad trató de introducir una serie de cambios en le país; tropezó con una fuerte reacción por parte de la sociedad siria. Ante el desconcierto provocado por su política reformista, no le quedó más remedio que afianzarse en el poder, tratando de mejorar la imagen del régimen a nivel internacional. Logró su meta tras la llegada al poder de Barack Obama, quien optó por sacar a Damasco del aislamiento.
Subsiste el interrogante: ¿tratará Bashar de negociar la paz con los políticos de Tel Aviv? No hay que olvidar que durante décadas Siria se enorgulleció de se el “baluarte de la lucha contra el enemigo sionista”. En los últimos años de su vida, Hafez el Assad no descartó la posibilidad de firmar la paz con Israel, dejando bien claro que el precio exigido por Damasco iba a ser muy elevado.
Para el Doctor Presidente Bashar, los parámetros del problema son, al menos aparentemente, distintos. ¿Confiar en los políticos hebreos? Hace una década, el Gobierno de Ehud Barak logró defraudar a Siria al filtrar a la prensa un documento confidencial: el borrador final de un acuerdo de paz que estaba a punto de materializarse.
¿Volver a confiar en el establishment de Tel Aviv. Hoy por hoy, el precio de la “traición” parece demasiado elevado. Pero en Oriente Medio todo es fluctuante…

viernes, 12 de marzo de 2010

Israel - ¿el mejor amigo de Washington?


La reciente visita del vicepresidente estadounidense, Joe Biden, al escenario del conflicto israelo-palestino logró poner punto final a la euforia generada por el histórico discurso pronunciado hace un año por Barack Obama en la Universidad de El Cairo. En aquel entonces, tanto los círculos progresistas del mundo árabe como los analistas occidentales apostaron por una posible y, desde luego, deseable apertura de la Administración estadounidense hacia el archidemonizado mundo musulmán, por una lenta normalización de las relaciones entre el gigante norteamericano y la variopinta sociedad islámica. Sin embargo, la amenaza de atentados contra objetivos civiles estadounidenses ideados por grupúsculos radicales contra objetivos norteamericanos, llevó a un inesperado cambio de la postura dialogante de Washington, a un endurecimiento de la retórica de Obama ante el peligro potencial del llamado “terrorismo islámico”. Curiosamente, la reacción del actual inquilino de la Casa Blanca ante el atentado frustrado del 25 de diciembre de 2009 en Detroit, recordaba extrañamente el lenguaje empleado por su antecesor, George W. Bush, al aludir a las opciones radicales del Islam militante. Lejos quedaban las buenas palabras de la capital egipcia, la “mano tendida” a la sociedad árabes, a los distintos sectores del Dar al Islam.
Entre los que no dudaron en criticar el discurso de Obama figuraban los políticos israelíes, persuadidos, desde el primer momento, que el máximo dignatario estadounidense pecaba por… ingenuo. Tel Aviv no escatimó críticas, entremezcladas con llamadas de atención a la Casa Blanca; un extraño goteo de lamentos sobre la mala fe de los “sanguinarios” dirigentes de Hamas, el revanchismo de las milicias pro-iraníes de Hezbollah, el peligro nuclear encarnado por la República Islámica de Irán, etc. Lo que en realidad exigía Israel era acabar con ese estado de cosas, poner un poco de orden en la región, volver al statu quo existente antes del 11-S. Pensaban los estrategas de Tel Aviv que el nuevo presidente de los Estados Unidos constituía un “estorbo”, tal vez el mayor, para sus planes de cambiar la faz de Oriente Medio.
Las relaciones entre el actual inquilino de la Casa Blanca y el establishment hebreo se han caracterizado siempre por la falta de diálogo. En realidad, sólo se puede hablar de… dos monólogos, de discursos contradictorios, disonantes. Y ello, pese al deseo de la Administración Obama de allanar el camino hacia el entendimiento en la zona. La postura de Washington frente al régimen sirio muestra claramente el deseo de reducir la conflictividad en la zona, sentando nuevas bases para la concertación a escala regional. Asimismo, la insistencia del ejecutivo estadounidense de acelerar la retirada de Irak, refleja una inflexión ideológica, destinada ante todo a acabar con los obstáculos que entorpecen las relaciones con los llamados “Estados moderados” (léase pro-occidentales) del mundo musulmán.
Sin embargo, estos gestos no han hallado una contrapartida en la política del Estado judío, empeñado en proseguir la colonización a pasos agigantados de Cisjordania y Jerusalén oriental. De hecho, el Gobierno de Benjamín Netanyahu aprovechó la visita de Biden para hacer públicos sus planes de edificar 1.600 viviendas en Jerusalén Este. Un gesto éste tachado inmediatamente de “ilegal” por el vicepresidente de los Estados Unidos, cuyas declaraciones se convirtieron en un foco de tensión entre las dos capitales. Pero la tormenta acabó, en menos de 24 horas, con un espectacular pronunciamiento de Joe Biden, quien reconoció públicamente que “Israel era el mejor amigo de los Estados Unidos”.
¿Y los palestinos? Huelga decir que antes y durante la gira del vicepresidente, los medios de comunicación occidentales insinuaban, cuando no aseguraban, que el presidente de la ANP, Majmud Abbas, barajaba la posibilidad de restablecer un diálogo “indirecto” con Israel. El propio dignatario palestino se vio obligado a puntualizar: sólo se contemplan negociaciones con los israelíes sobre la congelación de la actual política de asentamientos ilegales. En cuanto al verdadero diálogo, sólo podrá materializarse tras un cambio radical en la postura de Tel Aviv.
En resumidas cuentas: nada nuevo bajo el sol. ¿Nada nuevo? Sí, algo parece haber cambiado. La Administración Obama modera sus críticas hacia Israel, a la vez que sigue presionando a los palestinos para que reanuden los (estériles) contactos con el equipo de Netanyahu.
¿Nada nuevo? Sí, hay más; por vez primera, Washington reconoce el derecho de Israel a contrarrestar el peligro nuclear iraní. Fue este el deseo oculto de Ariel Sharon, partidario, en su momento, de un ataque aéreo contra el Irán de los ayatolás. A buen entendedor…

viernes, 26 de febrero de 2010

Los burócratas comunitarios, “héroes” por cuenta del contribuyente

La Comisión Europea, acusada por algunos sectores de la ciudadanía de despilfarro e ineficacia, ha decidido proceder a un extraño lavado de cara mediante la publicación, a comienzos del mes de febrero, de un tebeo que ensalza la labor del Departamento para Ayuda Humanitaria (ECHO), encargado de llevar a cabo las operaciones de socorro y reconstrucción.
La historieta, titulada La catástrofe oculta, es obra del dibujante belga Eric Bongers. Según el rotativo británico Sunday Telegraph, el coste total del proyecto – realización, edición de unos 311.000 ejemplares en cinco idiomas y su distribución en los colegios de los Estados miembros de la UE - asciende a la friolera de 250.000 Euros, procedentes de las arcas de la Comisión.
Los protagonistas de la historieta humanitaria son Max y Zana, empleados de ECHO enviados por Bruselas a Borduvia, un país imaginario azotado por un fuerte terremoto. Pese a las reticencias iniciales de las autoridades borduvianas, los “héroes” comunitarios logran contactar con el jefe de la guerrilla local, quien acaba aceptando la ayuda de la UE. Los socorros y los millones de euros llegarán, como por arte de magia, al país devastado, contribuyendo ¡cómo no! a la mejora de las condiciones de vida de la población. Un estado de cosas utópico, que nada que ver con los titubeos de la UE tras la catástrofe humanitaria de Haití.
Detalle interesante: el autor del tebeo se dedica a emplear a fondo la jerga comunitaria. Max y Zana parecen muy preocupados por “informar al Comisario, que tiene previsto presentar su informe ante el Parlamento Europeo”. Por si fuera poco, advierten a los jóvenes lectores que “al producirse catástrofes de esta índole, la solidaridad internacional se impone”.
La insólita iniciativa de la Comisión cuenta, sin embargo, con muchos detractores. El director de la Alianza de Contribuyentes Europeos, Matthew Elliot, no duda en tildar la historieta humanitaria de mero ejemplo de “propaganda política”, que recuerda la actuación de regimenes “corruptos e irresponsables”.
Huelga decir que no es esta la primera ni única acusación de despilfarro. El año pasado, el Parlamento Europeo exigió a la Comisión de Bruselas un mayor control de los fondos comunitarios. De hecho, se echó en cara al Ejecutivo la asignación de cantidades exorbitantes destinadas a costear las vacaciones de invierno de los hijos de los burócratas comunitarios, así como la aprobación de algunos proyectos un tanto estrafalarios, como por ejemplo la financiación de cursos de tango destinados a los… ciudadanos de Finlandia. En resumidas cuentas, un auténtico desastre presupuestario, que no humanitario.

viernes, 19 de febrero de 2010

La batalla de Jerusalén

En 1947, durante la primera guerra israelo-árabe, las tropas del entonces embrionario Estado judío trataron por todos los medios de adueñarse de la casi totalidad de los barrios modernos de Jerusalén. Fue la batalla más larga y más ardua de aquél enfrentamiento bélico entre hebreos y musulmanes. Al término de la ofensiva, las unidades de Tsahal lograron hacerse con el control de la mitad de la urbe. Sin embargo, el mítico Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado de los hebreos, permaneció baja la tutela de los monarcas jordanos.
Desde la famosa “línea verde” que dividía la ciudad, los israelíes podían contemplar las cúpulas del Santo Sepulcro y de la mezquita de Al Aksa, lugares de culto de las otras dos religiones monoteístas – cristianismo e Islam – pero no lograban entrever siquiera los santos lugares hebreos. La situación dio un vuelco espectacular en 1967, tras la “guerra de los seis días”, cuando el ejercito judío se apoderó del sector oriental de Jerusalén. Después de sentir el tacto de las milenarias piedras del Muro, políticos y estrategas hebreos afirmaron rotundamente que la ciudad “reconquistada” formará parte para siempre del Estado de Israel.
Los intentos de convertir Jerusalén en la capital “eterna e indivisible” del Estado judío tropezaron, sin embargo, con un sinfín de reticencias por parte de las naciones que mantienen relaciones diplomáticas con Tel Aviv. De hecho, ninguna de las grandes potencias occidentales se decantó por trasladar su embajada a Jerusalén. Sólo un puñado de países pequeños aceptó el ofrecimiento de “emigrar” a la Ciudad Santa; las autoridades judías se hicieron cargo del… alquiler de sus respectivos locales diplomáticos.
Este estado de cosas obligó al establishment político israelí a abrir un nuevo frente: el de los espectaculares hallazgos arqueológicos. Desde hace más de tres lustros, las excavaciones históricas se han convertido en un nuevo arma de los conservadores judíos. Las huellas arqueológicas se utilizan para reivindicar derechos “bíblicos”. No hay que extrañarse, pues, si algunos científicos israelíes insinúan, medio en broma, medio en serio, que su profesión padece el “síndrome de Jerusalén”, ese trastorno psíquico que suele afectar a los peregrinos y que se manifiesta por una extraña y aguda obsesión religiosa.
Una de las últimas manifestaciones de este mal es, al parecer, el descubrimiento o, mejor dicho, la creación de la llamada “Ciudad de David”, un asentamiento – parque temático creado por la misteriosa empresa “Eldad”, dirigida por David Beeri, antiguo miembro de los comandos especiales del ejército judío. La compañía, que cuenta con el apoyo político del Gobierno de Israel y del Ayuntamiento de Jerusalén, está financiada por un grupúsculo de potentados rusos, entre los que figura, según los medios de comunicación estadounidenses, el multimillonario Román Abramovich, dueño del club de fútbol británico Chelsea.
Resulta sumamente difícil obtener la lista de socios de “Eldad”, que ha logrado en menos de dos décadas, adquirir alrededor del 60 por ciento de los terrenos y los edificios de la aldea palestina de Silwan, situada en las inmediaciones del Muro de las Lamentaciones. Hace unos años, cuando las autoridades municipales trataron de expropiar a los propietarios de 80 viviendas de Silwan, la fuerte presión internacional logró frenar las maniobras de los colonos. Sin embargo…
Estiman los arqueólogos judíos, entre los que también figuran algunos altos cargos de la Autoridad Estatal de Monumentos Arqueológicos, que sería sumamente difícil afirmar que la “Ciudad de David” está edificada junto a las ruinas del palacio del monarca, ubicado casualmente en las inmediaciones de la cisterna de Siloah donde, según el Nuevo Testamento, Jesús curó a un ciego.
Conviene señalar que los israelíes no son los únicos protagonistas de esta paranoica batalla por el suelo y subsuelo de Jerusalén. En 1999, la Autoridad Religiosa Islámica ordenó la construcción de una mezquita subterránea bajo de la Explanada de Templo (o de las Mezquitas), para “borrar” las huellas de la existencia del Templo de Salomón. Ello sucedió en una época en la que las banderas israelíes empezaron a flotar sobre los edificios emblemáticos de la Jerusalén árabe. Los musulmanes intentaron contrarrestar la ofensiva judía, pero sin éxito.
¿Y los cristianos? Hoy por hoy, tanto los hebreos como los mahometanos parecen dispuestos a… tolerarlos. Al menos, aparentemente.